Anora, la nueva película de Sean Baker, forma parte de esas películas que me gusta llamar engañosas, claro, en el buen sentido. Son tramposas porque en la superficie podrían pasar como una comedia divertida, y excitante, pero esconden dentro de sí un subtexto rico, lleno de profundidades y matices, que para los cinéfilos o los obsesionados con el cine del director (como una servidora) nos recuerda que aún se pueden contar buenas historias.
Noches de diversión
Conocemos en un strip club de Nueva York a Anora, o como a ella le gusta que le digan, Ani. Se la pasa las noches en ese lugar, intentando atender el mayor número de clientes para así poder pagar el alquiler del apartamento que comparte con su hermana. Una noche llega un cliente que buscaba específicamente a una chica que hablara ruso, y es ahí donde Anora tiene la primera interacción con Vanya, un “nepo baby” hijo de magnates soviéticos que solo quiere pasar un buen rato, cueste lo que cueste.
Como es de esperarse, se deslumbra por la belleza de Anora y desde esa interacción decide invitarla a su casa y volverla su novia, claro, con una paga de por medio. Cada vez pasan más tiempo juntos y en un viaje a Las Vegas (donde no faltan las habitaciones de hotel de $20,000 dólares la noche) deciden casarse. Días después del cuento de hadas que estaban viviendo, la realidad los golpea ya que los padres conservadores de Vanya se dan cuenta del matrimonio, y harán hasta lo imposible por anularlo. El problema es que nuestro príncipe azul es un niño rico inmaduro y de buenas a primeras se da a la fuga, dejando a Anora atrás.
Así se inicia una búsqueda implacable para encontrarlo y terminar de una vez por todas con el compromiso.
Una comedia singular
Como ya mencioné, en la superficie suena como una historia bastante entretenida y divertida, y sin duda alguna lo es. La historia es mucho más cómica de lo que personalmente esperaba y le ayuda mucho a equilibrar las partes más serias que tiene la película. Y eso es algo que Sean Baker sabe hacer bastante bien. Los claroscuros de la película, lo divertido vs lo doloroso, la realidad vs el cuento de hadas está balanceados de tal manera que la película se siente redonda, completa y bastante aterrizada.
Este balance tan perfecto surge de la habilidad que tiene Baker para malabarear a sus personajes y la confianza que le tiene a sus actores. En primera instancia, es sabido que para las escenas iniciales donde conocemos a Anora, que se encuentra en el club platicando y atendiendo a sus clientes, se grabaron con un gran angular. Esto quiere decir que el crew veía desde la distancia a Mikey Madison (Anora), y la instrucción fue básicamente “haz lo que tú quieras”. Esto hizo que la actriz tuviera la libertad de estar caminando por todo el club “improvisando” y haciendo suyo ese lugar. Y es increíblemente efectivo, ya que de esta manera podemos ver mucho de la personalidad y dinámica de Anora, que es una chica fuerte, decidida, imponente y lidera todas las interacciones que tiene con los clientes. Está como pez en el agua. Para ella todo es causa y efecto, todo es transaccional.
Al conocer a Vanya, yo percibo que más allá de enamorarse, se da cuenta que es una manera de salir de su realidad y convertirla en otra. No dudo que no exista algún tipo de amor, pero es claro para ambos lo que quieren obtener de la relación. Es por lo que el montaje de Las Vegas se vuelve tan imponente y esperanzador, ya que tanto nosotros como ellos vivimos una breve fantasía donde la realidad se olvida por un momento y genuinamente queremos que les vaya bien a los recién casados. Es como un cuento de hadas donde nos entramos con algo muy cercano al amor.
Toda fiesta termina
La tragedia comienza cuando dan las doce, el carruaje se convierte en calabaza y pasamos de estar en Cenicienta a entrar a un filme de los hermanos Safdie, como Good Time, donde la búsqueda del recién extraviado Vanya es una montaña rusa (no pun intended) que no nos deja respirar ni un momento.
Y es justo cuando entran otros personajes “secundarios” como Toros (Karren Karagulián) y Garnick (Vache Tovmasyán), empleados de la familia y supuestos cuidadores de Vanya, e Igor, el matón bajo contrato (Yura Borísov) donde el director nos muestra el nivel que maneja con una escena de casi media hora donde todos los personajes están discutiendo el paradero del chico. Es aquí donde cualquier otro director le hubiera dedicado por mucho cinco minutos a esta escena, pero el hecho de que Sean Baker decida estirar la liga por tanto tiempo es un claro ejemplo de su capacidad para dirigir, ya que es dentro de esta escena que podemos apreciar la dinámica y el rango de todos estos personajes que como mencioné, parecieran secundarios, pero en realidad todos son cruciales para el desarrollo de la historia. Cada personaje, por más “pequeño” que sea tiene su arco y evolución.
Anora es un cuento de hadas
Es interesante ver como constantemente el director decide contar historias del mundo del trabajo sexual, y en Anora enfocarlo mucho a las dinámicas de poder. Por una parte, como ya mencioné Anora es una chica determinada, fuerte, capaz y dueña de su propia integridad, mientras que Vanya aunque pareciera que el dinero le da poder, ultimadamente esa es la único privilegio con el que cuenta, ya que cuando las cosas se ponen difíciles, regresiona a tener 13 años y depender por completo de sus padres. No tiene la capacidad de defenderla, ni de defender el matrimonio, ya que ultimadamente es una persona sumamente inmadura. Anora le pide “ser un hombre” y eso es algo que Vanya simplemente no puede ofrecerle. La estabilidad económica que tanto buscaba acaba en segundo plano al darse cuenta de que quien resguarda ese “poder” es un hombre inmaduro. Esto sin duda molesta Anora, que, al haber bajado la guardia por un momento, se encuentra con que su mayor anhelo (salir de su realidad) no se cumplirá.
Es una pena no poder hablar más de la trama de la película ya que luego sería caer en un spoiler, pero más allá de la resolución del problema, el verdadero final de la película tiene una fuerza implacable que viene a ser la cereza del pastel en esta tragicomedia que nos deja con un sabor de boca bastante agridulce.
Anora de Sean Baker es una obra maestra. Mezcla de manera perfecta la comedia con la tragedia, los sueños con las desesperanzas, el amor con el interés. Lo que hace el director con sus actores es un ejercicio formidable de improvisación y un excelente manejo de la escritura del guión, donde cada detalle importa. Si Pretty Woman es la versión romántica del tema, Anora es la versión madura de un supuesto cuento de hadas que inevitablemente termina topándose con la realidad.