En 1985 un hombre fue responsable de llevar a Jorge Videla y a un grupo de líderes militares de la dictadura Argentina a juicio: Julio Strassera. Argentina, 1985, dirigida por Santiago Mitre, es un ejercicio artístico, de memoria y de defensa de la democracia en un tiempo en el que líderes populistas y autoritarios conquistan voluntades alrededor del mundo.
La película se sitúa entre 1984 y 1985 durante el gobierno de Raúl Alfonsín, con el que se marcó el regreso de la vida democrática Argentina. Los años de la dictadura habían quedado atrás, pero la memoria de los crímenes cometidos y el clamor por justicia estaba presente en una parte de la población.
Argentina, 1985 sigue este proceso histórico a través de la figura del fiscal Julio Strassera (Ricardo Darín), a quien vemos padecer los conflictos personales y profesionales que implicaban llevar a los responsables de crímenes inenarrables ante la justicia.
Strassera frente a la historia
En los primeros momentos de la cinta vemos a Strassera desenvolverse en el seno familiar. La relación con su esposa e hijos nos invita a pensarlo como un personaje cuidadoso de los suyos y desconfiado de que alguien pueda hacerles daño. Haber conocido a la dictadura desde dentro, como funcionario público, obligaba a extremar precauciones. Por ejemplo, evitar que su hija pudiera ser seducida por un informante de la dictadura.
Pero también se observa a un Strassera preocupado y evasivo. Muy temprano nos damos cuenta del motivo: lo buscan para ser el fiscal del Juicio a las Juntas. Al aceptar la responsabilidad [¿o al no poderla evadir?] Strassera se encuentra con un primer problema: nadie quiere ser parte de lo que se considera una misión suicida. Aunque fuera del gobierno, la dictadura y sus adeptos seguían formando parte de las estructuras formales e informales de poder. Había razones para temer.
Mitre y la búsqueda de equilibrio
Strassera, en contra de su voluntad, hace equipo con el joven fiscal adjunto Luis Moreno Ocampo (Peter Lanzani) y un puñado de jóvenes sin carrera sólida, pero sin el temor de los profesionales más experimentados. A partir de entonces Santiago Mitre lleva al espectador por el camino conocido de las películas que de juicio, pero lo hace con una pericia que permite al mundo conocer y empatizar con las víctimas de un gobierno que en nombre de la reorganización nacional utilizó el poder político y la fuerza en contra de sus ciudadanos.
A pesar de abordar un tema que demanda sobriedad, el guión de Mariano Llinás y del propio Mitre encuentra espacios para un tipo de humor que de manera inteligente ridiculiza a los victimarios y a sus cómplices. Por otro lado, los testimonios ficcionalizados reciben un tratamiento que igual expone los horrores de la dictadura y sensibiliza a la audiencia al dotar de dignidad a las voces de las víctimas.
Triunfo artístico y político
Además de ser una atractiva propuesta en pantalla, Argentina, 1985 llega en un momento pertinente. Si durante el Siglo XX América Latina se caracterizó por una inestabilidad política provocada por golpes de Estado que dieron lugar a gobiernos autoritarios, durante el Siglo XXI son los ciudadanos quienes invitan a líderes de tamiz autoritario a entrar por la puerta de las urnas.
En Argentina, país en que se sitúa esta cinta, nadie menor de 40 años vivió el terror de las Juntas Militares. Esta parte de la historia argentina que Santiago Mitre cuenta a través de Julio Strassera llega como un eco del pasado. Su intención es la no olvidar. La democracia y la libertad, aunque se haya nacido en ellas, no se encuentran garantizadas.
El hecho de que Argentina, 1985 esté presente en la temporada de premios internacional es un triunfo tanto artístico como político de sus realizadores. El cine, en esta ocasión, vuelve a funcionar como un vehículo para la memoria. Una visita de fantasmas del pasado para advertir los riesgos del presente y estar preparados para decir: nunca más.