Advertencia: Este texto contiene spoilers. Si no has visto la serie y te interesa hacerlo. Para aquí.
Querido HBO:
Dicen que quien te maltrata una vez te maltrata dos veces. Que “perdonar” es meterse en relaciones de esas que está de moda llamar “tóxicas”. Hoy te escribo porque, aunque me has hecho sufrir, también me has dado mucho placer. La última terminé tan enojada, que pensé en romper contigo, en decirme a mí misma “amiga, date cuenta”, pero me mandaste una caja de chocolates deliciosos que se llamaron Chernobyl y allí me tienes, perdonándote otra vez.
SERÉ BREVE… ME ENAMORASTE
Me enamoré de ti por Game of Thrones. Pero no creas que fue de sopetón. Me enamoró despacio. De esas relaciones a las que llegas sin saber en qué te metes. Imagínate: veía la primera temporada de un thriller medieval, con muchos diálogos, intriga política, relaciones, sexo, ambiciones, bandos y otros elementos naturales de la condición humana. Tenía también una sutil parte mágica, de la que se hablaba, pero no veíamos.
Fuiste cruel desde el principio. Me presentaste a Ned, el patriarca de los Stark. Un hombre de honor, en las entrañas de un complicado ajedrez de personajes bien pensados, arquitectos de las más interesantes intrigas palaciegas. Me hiciste quererlo y creerlo el centro de todo tu cuento. Casi aviento la televisión por la ventana cuando en el noveno capítulo de la primera temporada le cortaste la tatema. No se vale.
Te mandé al cuerno por dos años. No quería saber de ti. Pero ya sabes, perdono. Así que un día vi juntas la segunda y la tercera temporadas.
Te entiendo. En la vida no todo es miel. Game of Thrones es una historia en la que todo puede pasar y que se cocina a fuego lento. Como en la historia de verdad, quienes inician las guerras no son generalmente quienes las concluyen.
Era necesario matar a Ned para detonar la epopeya. Es normal que el héroe muera para que prevalezca el reino. Miguel Hidalgo no dio el grito de Dolores imaginando a Iturbide de emperador, Francisco I. Madero no lanzó el Plan de San Luis para que Plutarco Elías Calles fundara el PNR, Joffrey no decatpitó a Ned pensando que Bran sería rey en Poniente. En la vida real, los ratones al principio de una guerra son los leones que la terminan. Con esas premisas fue construyendo George R. R. Martin en gruesos volúmenes (cuya lectura resulta deliciosa), el mundo de Game of Thrones.
EL ROMANCE, DELICIOSO Y ENGAÑOSO.
Hasta la quinta temporada, querido HBO; seguiste el argumento catedralicio que había construido R.R. Martin con pocas licencias creativas. La historia nos fue entusiasmando a muchos. Comenzamos a apartar diez domingos de cada año para algo que hacía mucho no provocaba la televisión. Íbamos a Game of Thrones como quien va a una ceremonia solemne, a un rito. Queríamos sorprendernos, emocionarnos, sufrir. Entendimos que el capítulo noveno sería siempre espectacular y el décimo nos dejaría discutiendo el porvenir durante doce meses. Se escribieron sesudos tratados y proliferaron vigorosos podcast sobre la vida en Westeros.
Vimos la boda roja y la mandíbula se nos fue al piso, vimos muertes y resurrecciones, acompañamos el largo viaje de Arya, nos sororizamos con Sansa, gozamos la inteligencia de Tyrion, vimos a Daenerys pasar de esclava a reina.
La sexta temporada fue la primera que no se basó en un libro. Todo a partir de allí era sorpresa. Ese año vimos a Jon volver a la vida, lloramos el secreto de Hodor, gozamos la batalla de los bastardos, empatizamos con Cersei al volar la septa con medio elenco adentro y vimos a Daenerys, indiscutible reina, madre de dragones, navegar hacia Poniente con un ejercito invencible. La magia ya no era una sutileza. Estaba por todas partes.
Parecía que, aún sin los libros de R.R. Martin, tus showrunners David Benioff y D.B. Weiss podrían terminar de contarnos la historia con la misma potencia de las primeras temporadas. Ya los fans éramos legión, los defendíamos como si se tratara de una fe. Confiábamos en un desenlace espectacular.
AMIGA, DATE CUENTA
Entonces nos trajiste la temporada siete. Cuesta trabajo aceptar la catástrofe. Esperé siempre que un giro inesperado, que me sorprendieras con alguna genialidad capaz de recuperar el rumbo; pero capítulo a capítulo mi serie favorita fue traicionándose a sí misma. No me refiero al destino de los personajes, pudiste darle a cada uno de ellos mismo desenlace, pero lo hiciste de forma tan errática que el veredicto mayoritario fue el mismo: No nos gustó.
Y es que, querido HBO, tú lo sabes: en la ficción puede pasar cualquier cosa, pueden volar dragones y una bruja puede parir sombras, pero cuando defines reglas, de cualquier tipo, no puedes romperlas. Si ya estableciste que recorrer el continente tarda una temporada, no puedes hacerlo en un capítulo.
Daenerys pudo hacer el viaje a la locura a poco a poco, como fueron transformándose algunos de tus personajes: Un enano putañero se volvió un gran estratega, un villano vil e incestuoso se transformó en noble héroe, pero poco a poco y tan sutilmente, que amamos sus arcos. A Daenerys, en cambio, la volviste un energúmeno en un chasquido sin guantaleta ni mano purpura.
Tus amigos Benioff y Weiss tenían prisa. Pudieron seguir cocinando a fuego lento su obra maestra. Que la séptima y octava temporada tuvieran diez capítulos, que existiera una novena; pero los proyectos llovían y comían ansias. Querían trabajar ya en su trilogía con Disney de una nueva saga de Star Wars, planeaban ya el abanico de precuelas con la franquicia de Game of Thrones. Les importó más el futuro que el presente. Nos traicionaron.
POR BIENES SEPARADOS Y CUSTODIA COMPARTIDA, GANADORES Y PERDEDORES.
La temporada final fue amarga. Nos rompiste el corazón. Una serie que, en el portal de los tomates podridos, mantuvo su huerto fresco las siete primeras temporadas, en el consenso de la crítica especializada; se despidió de la televisión con un 56% de críticas favorables de los expertos y un puntaje del 32% de nosotros, la audiencia, quienes más amor les dimos y a quienes más nos lastimaron.
Las consecuencias las anunciaste esta semana con ganadores y perdedores.
¿Quiénes perdieron? En medio de los anuncios de la cancelación del proyecto en una Galaxia muy, muy lejana y de la precuela con los caminantes blancos, queda claro que pierde la casa Stark. La familia a la que Benioff y Weiss dejó en los tronos (del Norte y de Poniente), se cancela la precuela que trataría sobre los hechos, en el norte, con los caminantes y los primeros Stark, mil años antes de Game of Thrones. Sin precuelas ni Jedis, queda el mensaje indudable tus showrunners adorados: No supiron llevar a buen puerto la historia más ambiciosa contada hasta la fecha en televisión.
¿Quiénes ganaron? Si habrá nueva serie de Game of Thrones, “House of The Dragon”, co-creada por George R. R. Martin y Ryan Condal. Gana la Casa Targaryen, que nos contará su historia 300 años antes de GoT, cuando estalla la guerra civil entre Rhaenyra y Aegon por suceder en el trono a Viserys I Targaryen.
Ganó también George R.R. Martin. No hay duda: Sólo lo que está escrito por su pluma, lenta y procrastinadora, tiene posibilidad de recuperar el amor de una audiencia que quedó decepcionada. La historia que nos prometen está basada en su libro «Fire & Blood”. Si el ritmo y la inteligencia en la prosa del padre de esta epopeya, está en la nueva serie, no podré evitar volver a poner mi fe en ti, en que esta nueva aventura no me va a decepcionar, que no me romperás el corazón con finales perezosos y hechos a la carrera.
Regrésanos al mundo con el que nos enamoramos, a la historia retorcida, cruel, divertida, sexosa y emocionante de nuestra serie favorita. Haznos, querido HBO; volver a esperar con ansia, esos domingos en la noche, de decir: “Nadie me moleste, ya va a empezar Game of Thrones”