No entiendo cuál es la lógica de Amazon Prime Video (al menos en México) para promocionar sus contenidos. Previsiblemente echaron toda la carne al asador por El Presidente, claro, porque “en latinoamérica nos gusta el futbol”, pero no dijeron ni pío de al menos dos películas notables estrenadas recientemente en su catálogo: la ya comentada Vast of the Night y ahora 7500, poderoso e imperdible thriller aéreo protagonizado por Joseph Gordon-Levitt.
Peligro a Bordo
La ruta usual de las películas que hablan sobre secuestros aéreos es enfocarse en el drama de los pasajeros (United 93, Greengrass, 2006), o en el héroe que salvará la situación (Air Force One, Petersen,1997), pero pocas veces vemos lo que sucede en cabina, cuando los pilotos tienen que actuar para impedir que el avión caiga en manos terroristas.
7500, ópera prima del cineasta alemán Patrick Vollrath, inicia como una detallada cinta procedural: los dos pilotos de una aeronave que parte de algún aeropuerto de Alemania rumbo a Francia -Lutzmann (Carlo Kitzlinger) y Tobias (un intenso Joseph Gordon-Levitt)- se preparan para el vuelo. Checan los controles, se les informa de las condiciones del clima y del peso de la aeronave (cuánto combustible y aceite traen), llenan formas, dicen claves por la radio a la torre de control y cuando están por despegar, tienen que esperar porque dos pasajeros aún no han subido, lo cual implica que hay que buscar sus maletas para bajarlas.
El guión, escrito por el propio director junto con Senad Halilbasic, bien podría estarnos engañando en cuanto las claves y la palabrería que estos dos pilotos están usando, pero la naturalidad con la que se conducen, y lo complicado de las instrucciones, nos hace pensar que efectivamente los actores están siguiendo el procedimiento estándar de un despegue real.
Thriller procedural
Sin abandonar nunca el meticuloso seguimiento a los procedimientos, y sin que la extraordinaria cámara de Sebastian Thaler abandone nunca la cabina, sucede lo esperado: un puñado de terroristas se levantan de sus asientos y tratan de tomar el control de avión, tomando rehenes y golpeando la puerta de acceso a la cabina.
La sensación de claustrofobia que impone la película es notable. La cámara no sólo no abandona nunca la cabina, sino que además no muestra a cuadro lo que sucede. El director y su cinefotógrafo manejan con destreza los espacios. Para hacer las cosas aún más tensas (y cinematográficas), los pilotos -y nosotros mismos- no podemos ver lo que pasa afuera excepto por un pequeño monitor que registra las imágenes de la única cámara afuera de la cabina, que apunta al pasillo del avión.
Es aquí donde la película se convierte en un thriller de terror. Llegado el momento, Tobias tendrá que ponerse a cargo de la aeronave, en un cruce de emociones insostenible entre su deber como piloto, su responsabilidad con los pasajeros, y su vida privada. Joseph Gordon-Levitt se lleva todo el mérito de contagiar, con efectividad, el drama y la tensión por la que está pasando.
Drama de altura
A pesar de las limitaciones auto impuestas -una sola locación, pocos movimientos de cámara, mucha edición, y la mayoría del tiempo un solo personaje a cuadro- 7500 usa a favor estos elementos para construir una película simple pero potente, efectiva en la manipulación de emociones y en la descripción realista sobre cómo se vive un secuestro aéreo.
Aunque es clara la intención del director en alejarse de los convencionalismos del cine sobre secuestros aéreos, es incapaz de eludir al menos dos clichés: los terroristas son extremistas islámicos (lo cual francamente no deja de ser un poco facilón) y el héroe, en un avión alemán, que vuela sobre Europa, termina siendo un norteamericano.
El buen ritmo general de la película se estanca rumbo al final. El guión se muestra dudoso en el tratamiento de uno de sus terroristas, con el cual busca inexplicablemente empatizar. Afortunadamente esto no lleva el relato a un puerto luminoso. Fiel al planteamiento inicial, no se decanta por un final feliz.
La ópera prima de Patrcik Vollrath, 7500, es un emocionante, agridulce y bien armado ejercicio de cinematografía al servicio de la tensión y el suspenso. Destinada a no pasar por las salas de cine, el mérito es doble dado que el efecto de inmersión, la tensión y el suspenso se logra, incluso, en la pequeña pantalla de la televisión.