Críticas Retro: Man of Steel, el Hombre de Acero

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So pretexto de que habrá próximamente una watching party con el director de Man of Steel, dejo aquí mi crítica a la cinta de 2013, aquella película que supuestamente iniciaría el contra ataque de DC a Marvel y que salvaría a la empresa del marasmo. El resultado de esa aventura ya es por todos conocido.

Resulta lamentable (por decir lo menos) que un proyecto con tantos recursos como Man Of Steel -sexto largometraje del creador de otras pifias como Sucker Punch (2011) o 300 (2006), Zack Snyder- al final haya sido incapaz de entregar lo mínimo que se puede exigir hoy día a este tipo de cintas: ser una experiencia divertida, gozosa, emocionante, pero sobre todo, inteligente. Nada de ello se encuentra en el Superman de Snyder.

 

Hugh, hasta el trailer es aburrido.
Más inexplicable aún resulta este fracaso cuando revisamos el arsenal que tenía el director a su disposición: uno de los superhéroes más importantes en el mundo del cómic, abundante presupuesto ($225 millones de dólares), apoyo incondicional de Warner Brothers, un actor brutal (el gran Michael Shannon) en el papel de villano y -por si ello fuera poco- la asesoría de Christopher Nolan (co-guionista y productor), aquel que demostrara con The Dark Knight (2008) que el género de superhéroes no tiene porque estar peleado con la inteligencia.

¿Qué más necesitaba Snyder para hacer de esto una buena (ya no digamos extraordinaria) película?

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Dos películas, un solo desastre

En Man of Steel conviven dos cintas que se contradicen entre si y que dan como resultado un filme quebrado en su centro. La primera de ellas -la mejor lograda- narra las preocupaciones de un joven Clark Kent/Kal-El (Henry Cavill, sin ápice de carisma) al saberse un alienígena portador de extraordinarios poderes que lo colocan por encima de cualquier simple mortal.

¿Qué pasaría si la gente se enterara de su existencia?, Jonathan Kent (excelente Kevin Costner) sugiere a su hijo no hacer uso de sus habilidades y mejor esperar; dicha espera dura hasta que Clark cumple 33 años, momento en que Zod (Shanon, lastimosamente desperdiciado) un general exiliado de la antigua Krypton, llega a la tierra y amenaza con destruirla a menos que Kal-El se entregue.

En esta primera mitad encontramos lo mejor de la dupla Snyder-Nolan, una historia conmovedora, íntima, filmada de manera pausada (Snyder por instantes juega a ser  T. Malick) y que hace interesantes -aunque obvios- paralelismos con la historia de Jesucristo: la edad, el miedo a ser cuasi crucificado, cierta secuencia en una iglesia, etc.

 

Pero cuando Cavill se pone el traje y la capa, todo se convierte en un desastre. Ni Nolan ni Snyder saben qué hacer con Superman, entienden a la perfección el dilema del joven Kent pero se muestran pobres en su manejo del héroe en mallas, tomando entonces la peor de las decisiones: ocultar su incompetencia tras el maquillaje digital en una de las secuencias más torpemente filmadas que hayamos visto desde la infame Transformers 3.

Son 45 minutos de un amasijo de CGI, diálogos incomprensibles, máquinas inexplicables, tomas fragmentadas, nulo peso dramático y una destrucción tal que pone en entredicho la moral y la lógica de la cinta.

Nada para la memoria

No existe en Man of Steel una sola secuencia memorable o que quite el aliento (como si lo había en las versiones de Donner o incluso la de Singer); Snyder no es capaz ni de hacer buenas tomas de su héroe volando, prefiere rodar en planos abiertos donde el personaje se reduce a un manchón azul que pasa frente a la pantalla.

Evidentemente lo que faltó aquí fue talento; talento y ganas de hacer algo más que un producto, un patrocinio, o una cajita feliz… faltaron ganas de hacer cine.