Hay una escena en el musical de Broadway, Dear Evan Hansen, en la que Evan y su “amigo” Jared están discutiendo sobre Connor, el chico que se acaba de suicidar. Jared está enojado con Evan y dice: “la muerte de Connor es lo mejor que te pudo haber pasado”, a lo que Evan contesta: “eso es horrible”. Convenientemente, en la adaptación al cine de este musical, dejaron fuera ese diálogo. Me pregunto por qué.
Henos aquí una vez más, con un musical que promete hablarle al forastero en todos nosotros. Un musical más sucumbiendo a esta enfermedad del “Oscar-bait”. Un musical que francamente no había necesidad de adaptar, porque la puesta en escena era ya perturbadora.
Canciones de probador
Dear Evan Hansen, estrenado en Broadway en diciembre del 2016, con libreto de Steven Lenson, y letra y música de Benj Pasek y Justin Paul (ya hablaremos de ellos más adelante), tiene una trama que quedaría mejor para una película de Jordan Peele que para una obra supuestamente conmovedora que se llevó 6 premios Tony, incluyendo Mejor Musical.
Básicamente, tenemos a un adolescente con severa ansiedad social y sin amigos que, por cosas de la vida y el guion (flojo), termina haciéndose pasar por el mejor amigo del chico que se acaba de suicidar, colándose en su familia, casi que tomando su lugar, y en una relación con la hermana del difunto. Todo esto, claro, con cero consecuencias y un puñado de canciones que quedarían perfecto en el probador de Zara o en el montaje triste de un cortometraje de bajo presupuesto.
De fondo tenemos un “original” escenario con pantallas flotantes donde se proyectan diferentes perfiles de Instagram, páginas de recaudación de fondos, fotografías y entradas de blog, todo con un propósito, asumo, bien intencionado, pero que acaba traduciéndose como: “unga bunga, las redes sociales son peligrosas, los adolescentes están en peligro, el internet es horrible, Thomas Alva Edison era una bruja”.
Y sí, señores, nada de esto impidió que se llevara el Tony a Mejor Musical, arrebatándole a muchas mejores producciones como Natasha, Pierre, & The Great Comet of 1812 (busquen el soundtrack, de verdad). Los Tonys muchas veces son como los Óscares, qué se le va a hacer. Dear Evan Hansen resultó el Green Book de ese año.
¿Para qué llevarla al cine?
Eso fue el musical. De ahí viene mi gran pregunta de por qué quisieron adaptarlo al cine. Me parece que cuando salió en Broadway, poca gente fuera del teatro se enteró de la trama, e incluso los que sí seguimos ese mundo, no nos enteramos del horror de la historia. Solo escuchamos algunas canciones pegajosas y dijimos “bueno, así salió este año”.
Por qué, entonces, llevarla al cine para que ahora sí, todos supieran que la historia es la de un psicópata y no tiene nada de mágico y por supuesto que no hace nada por la salud mental de los adolescentes.
Orgullo de su nepotismo
Hay tantas cosas que están mal con esta adaptación que no sé ni por dónde empezar. Lo más obvio es el patético esfuerzo por que Ben Platt, quien interpreta al famoso Evan Hansen, parezca un niño de 17 años cuando tiene una década más en realidad.
Platt fue el protagonista original en Broadway…hace 5 años. Sigue teniendo una voz prodigiosa, la única que destaca en el musical, pero cuando lo vi en pantalla con ese exceso de base y esa horrenda peluca, no pude evitar pensar en Stockard Channing, a sus 34 años, haciéndose pasar por Rizzo, de 18, en Vaselina.
Es algo que acaba viéndose cómico y distrayendo del mensaje original de supuesta compasión. No culpo a Platt, si yo hubiera ganado un Tony por un personaje, claro que me gustaría salir en la adaptación al cine. Pero creo que su aparición es una perfecta representación de la soberbia de realizar esta película.
En 2019, Andrew Barth Feldman, de 16 años, consiguió el papel principal en Broadway. Creo que él hubiera quedado mucho mejor para la película, pero como el padre de Ben es el productor, pues el nepotismo se alineó con la soberbia y la lógica quedó atrás.
Reparto sin alma
El mal aspecto de Platt destaca aún más debido a lo gris del resto del elenco. Nadie logra deslumbrar por nada, y eso que está plagado de estrellas como Amy Adams (no ibas a conseguir el Óscar por esto, Amy, de verdad), Julianne Moore y Kaitlyn Dever (magnífica actriz, sobre todo en Unbelievable, de Netflix).
Los demás actores que no son tan conocidos tampoco aportan nada. Nik Dodani, quien interpreta a Jared, el “amigo” de Evan, hace exactamente el mismo papel que en la superior Atypical de Netflix, pero muerto por dentro. Ese es el asunto, todos están muertos por dentro, pero no necesariamente por la temática del musical. Solo parece que no quisieran estar ahí.
Para envolver este musical con adolescentes de 27 años y un elenco sin alma, no podían faltar, claro, las canciones sin alma. Benj Pasek y Justin Paul, los compositores, llevan ya rato arruinando todo lo que tocan, como un Rey Midas mal diseñado. Este par es el mismo que compuso las canciones de aquella melcocha insoportable de The Greatest Showman (o Wolverine cirquero), un musical con una historia terrible y un soundtrack mucho peor.
También colaboraron en la bastante olvidable adaptación de Aladdin en 2019. Lo único rescatable de su carrera son las letras de las canciones de la querida La La Land (aunque, aceptémoslo, la fortaleza de esa película no está en la profundidad de sus letras ni en sus cantantes). Y ahora, los inmerecidos ganadores del Tony, Pasek y Paul, nos traen canciones que no solo son francamente cursis, sino insensibles, innecesarias, bizarras, irrespetuosas. Son pegajosas, sí, pero, ¿por eso se merecen un Tony y todo el elogio que les llueve?
Cancionero de horror
La decisión de empezar la película con Waving through a window, la canción más conocida del musical, es floja y apresurada, porque no nos da tiempo de conocer a la madre de Evan y su entorno antes de conocerlo a él de lleno, como en el musical de Broadway. Me recuerda a la adaptación al cine de RENT, que también comienza con la canción más famosa, Seasons of Love, en un intento desesperado por atraer a gente que nunca ha visto el musical y también a los fans de hueso colorado, pero no tiene ningún sentido en la historia.
En Dear Evan Hansen, pretenden lo mismo, pero el problema de empezar con su canción “más fuerte”, es que de ahí ya no vuelve a levantar. Sincerely, Me puede sonar como una canción divertida, pero al final el remate del “chiste” es un noviazgo gay, tiene de fondo la mentira más cruel sobre la supuesta amistad entre Evan y Connor, y se están haciendo pasar por un muerto.
Requiem no tiene ningún sentido y la conjunción de los tres personajes cantándola por razones diametralmente opuestas es francamente bizarra. De la canción nueva, The Anonymous Ones, solo diré que es totalmente innecesaria porque la película de por sí dura más de dos horas, y con esa canción actúan como si estuvieran inventando el hilo negro de que todos tenemos asuntos de los que no hablamos. Sí, ya sabíamos. Gracias, Pasek y Paul.
Compositores mediocres
Sin embargo, la canción que siempre me ha parecido peor es You will be found. Es cursi como todas, sí, pero también pretende ser la canción más sentimental y profunda del musical.
Simplemente no puedes hacer eso cuando la base de tu musical es una mentira perversa y las cero consecuencias de la misma. Es hipócrita. Y siempre me ha incomodado ese mensaje de “serás encontrado”. ¿No será mejor, digo yo, encontrarse a uno mismo, sin tener que andar extendiendo la mano para ver quién te tira un lazo? ¿Y quién se supone que me va a encontrar? ¿Evan Hansen? No, gracias.
Solo espero que con esta difusión que se le está dando al musical, la gente comience a darse cuenta de que Pasek y Paul son, a lo más, compositores mediocres.
Paralelamente al estreno de este musical en Estados Unidos, llegó a Netflix la grabación del musical Diana, basado en la vida de la amada princesa. Esa historia de por sí es delicada de adaptar a cualquier arte, pero ese musical se llevó el premio con letras como “me lo merezco por casarme con un Escorpio” o “Harry, mi hijo de cabello rojo, nunca serás el segundo de nadie”.
Sin consecuencias
La conjunción de estas dos atrocidades de obra me deja reflexionando dónde quedó el sentido de la humanidad en los musicales. Dear Evan Hansen decide ponerse esta bandera de la salud mental, de la protección a los jóvenes, de la compasión. Y, muy parecido a su predecesor 13 Reasons Why de Netflix, hace exactamente lo opuesto.
Es una lástima, porque el director de Evan Hansen, Stephen Chbosky, escribió y dirigió The Perks of Being a Wallflower, en la que se aborda de una manera bastante adecuada y respetuosa el tema de la salud mental en los jóvenes. Pero bueno, él no tiene control sobre el guion de un musical que ya existía.
En Dear Evan Hansen, sin embargo, se menciona el terrible abordo que tiene el suicidio escolar, y luego van y hacen exactamente eso, burlarse de ello y minimizarlo.
Podrían haberse enfocado en problemas reales que apenas logran rozar, como el duelo hacia alguien que no amabas, o la negación del mismo. Pero no, mejor cantemos sobre cómo me faltan las palabras para decirles que nunca conocí a su hijo, pero todo se justifica porque tengo ansiedad.
Cambiaron el final del musical, pero en esencia es lo mismo: Evan no enfrenta consecuencias. Este es un musical en donde, sí, en efecto, la muerte de un chico es lo mejor que les pudo haber pasado a los protagonistas.
De lo pero del año
Dear Evan Hansen quedará tal vez como lo peor del año, y bien merecido que se lo tiene por su soberbia, hipocresía y tremenda falta de humanidad.
Mientras esperamos que quede en el olvido, podemos ir a firmar la petición para que James Corden no salga en la adaptación cinematográfica de Wicked (es una suerte que no haya salido en Dear Evan Hansen, solo eso faltaba).
O también, podemos rezar por que West Side Story, dirigido por Steven Spielberg y el último musical que estrenará en 2021, no esté tan mediocre. Tan.
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