Déjame Estar Contigo: una historia de amor chilango

El segundo largometraje del realizador mexicano Isaac Cherem (sólido debut con Leona, 2018) –Déjame Estar Contigo (México,2025)- es una comedia romántica del conocido subgénero que denomino como “chica con enfermedad terminal enamorada”.

Bruno (Aksel Gómez) es un adolescente que acaba de ser deportado de Estados Unidos “por pasarme un alto”. El problema es que toda su familia está al norte del río Bravo por lo que llega solo a la CDMX y con la amenaza de que una vez que eres deportado de los USA, es imposible regresar.

No cuelgues el teléfono

Aprovechando su buen inglés, Bruno encuentra un empleo como operador de call center, bajo la consigna de que nunca debe colgar las llamadas, siempre tiene que ser la persona al otro lado de la línea la que acabe la conversación.

El azar de la máquina de call center une la llamada de Bruno con el teléfono de Lucía (Andrea Sutton), otra adolescente de su misma edad que, como si nada, le empieza a hacer la plática a Bruno, quien no puede cortar la llamada (son las reglas) pero tampoco quiere hacerlo porque Lucía no solo es simpática, signo que tiene ganas de hablar, tiene mucho que decir.

Te puede interesar:  Familia de Medianoche: odisea de las ambulancias en CDMX

Aquel primer encuentro auditivo dura hasta el amanecer del día siguiente. Se ha forjado una amistad a partir de la unión de dos soledades. Eventualmente Bruno y Lucía se conocerán. Ella lo llevará a conocer la vasta Ciudad de México, le mostrará sus delicias gastronómicas (algún puesto de tacos), sus vistas más impresionantes (el nuevo teleférico a Santa Fe) y sus maravillas arquitectónicas (Ciudad Universitaria).

La CDMX como escenario

Probablemente desde aquel clásico insuperable del cine mexicano, Amar Te Duele (Sariñana, 2002) -o incluso en la inclasificable Güeros (Ruizpalacios, 2014)- que la ciudad no se veía desde un punto de visto tan orgánico como la vemos en Déjame Estar Contigo: desde el zócalo hasta el puesto de tacos pasando por las colonias con altares a la santa muerte.

La cámara de Bruno Gaeta, junto con el ritmo de edición a cargo de Martha Poly Vil hacen que estos montajes de la pareja paseando por la ciudad sean por demás efectivos: contagian la emoción de estos dos adolescentes pero sobre todo hacen verosímil su relación.

A ello por supuesto hay que agregar la química entre ambos actores, el debutante Aksel Gómez arropado por la simpática Andrea Sutton (con ya varios créditos en su currículum), y la dupla de mamás de Lucía, Silvia Navarro y Johanna Murillo, en casi cameos extendidos cuya presencia parece más un gancho de taquilla que una exigencia del guión.

Amor chilango

Es en medio de estos paseos que Lucía le confiesa a Bruno que ella “tiene fecha de caducidad”, momento en que la cinta inevitablemente se inclina por derroteros por demás convencionales y predecibles.

En Déjame Estar Contigo, el director Isaac Cherem demuestra gran control sobre la cinta: el tono, el ritmo, los movimientos de cámara, Pero además revela una gran capacidad de dirección actoral. Aunque por un momento hay un abuso del recurso del montaje, lo cierto es que logra que nos enamoremos de sus protagónicos y suframos con ellos su destino fatal.

Y mejor aún: a diferencia de mucho del cine mexicano actual, Cherem sabe bien cuando la historia ha acabado sin meter nada que suene a relleno: la película dura escasos 80 minutos que son más que suficientes para contar esta triste historia de amor chilango.