Internet es un lugar muy extraño. Así como podemos tener acceso a cosas realmente útiles, también es muy fácil toparnos con historias verdaderamente siniestras, tal y como lo cuenta la serie documental de Netflix, Don’t fuck with cats: Hunting an Internet Killer.
Dividida en tres episodios, la serie dirigida por Mark Lewis, nos cuenta el caso de un hombre que subió un video donde mataba a dos gatitos. La indignación no se hizo esperar y varios usuarios de Facebook iniciaron una clase de juego del gato y el ratón con el objetivo de averiguar la identidad del perpetrador.
Lo que inició como (casi) un pasatiempo, pronto se convirtió en un caso de lo más inquietante y del que, al menos en México, muchos no teníamos ni idea.
Documental desconcertante
Don’t fuck with cats: Hunting an Internet Killer es una experiencia desconcertante. Aunque no es completamente explicito, si hay momentos que hacen apartarse de la pantalla. No obstante, y a pesar de la repulsión por el hecho, la forma en cómo se presenta la investigación resulta bastante atractiva.
Si algo ha sabido hacer bien Netflix son los documentales, en especial los que tienen el formato de True Crime, siendo Conversations with a killer: The Ted Bundy Tapes (2019) o Making a Murderer (2015) algunos ejemplos de ello.
En el caso de Don’t fuck with cats la narración está centrada en un par de nerds de Internet, quienes describen cómo fue que se involucraron en el caso, así como su experiencia al descubrir que las cosas no serían tan fáciles como habían pensado inicialmente.
La historia se cuenta de manera cronológica, lo cual ayuda a incrementar la sorpresa con lo retorcido que se fue tornando el caso que llegó a involucrar a las autoridades de al menos a tres países; y en ella se toma declaraciones de todas las partes: “detectives” de Facebook, autoridades, familiares del agresor, testigos incidentales, y lo más importante, se da voz a la víctima.
Pero no sólo eso, Mark Lewis aprovecha para hacer una crítica a la fascinación que provocan los productos de entretenimiento dedicados a los asesinos seriales.
¿Somos parte del problema?
Al principio uno puede sentir repugnancia; después, interés por saber cómo se resolvió (o no) el crimen. Pero es entonces cuando el documental voltea a ver al espectador para preguntarle de manera directa si esa curiosidad no ha fomentado la existencia de seres capaces de dañar a otros por unos likes.
Tal vez este pensamiento pueda parecer un tanto hipócrita viniendo de una serie que busca entretener, pero la pregunta resulta más que oportuna, en especial cuando las redes sociales están llenas de gente que ya no sabe qué hacer con tal de volverse viral.
Don’t fuck with cats: Hunting an Internet Killer nos cuestiona si alimentamos al monstruo o lo creamos. La respuesta, supongo, quedará en cada quien.