Hace algunas semanas el cine mexicano se convirtió en tema de polémica… otra vez. Parte de la conversación en redes sociales giró en torno a las historias que las películas hechas en nuestro país deciden contar. Para muchos, el problema radica en que se hacen demasiadas comedias románticas.
Algo hay de cierto en esta afirmación. Desde hace varios años la cartelera nacional ha sido bombardeada por producciones que tienen como eje principal las historias de amor.
En esas estábamos cuando, de pronto, llega a la cartelera una propuesta bastante inusual.
Durante una boda a la que ambas parejas asisten, las mujeres deciden cambiar de esposos por el resto de la noche. Para su mala suerte, el juego termina en un fatal accidente.
What If?
A partir de esta tragedia, la historia se divide para convertirse en un interesante ¿Qué habría pasado si…? en el que Askenazi utiliza las complejidades, los miedos y las obsesiones de sus personajes femeninos para explorar el duelo y la pérdida de la cotidianidad.
Para lograr que este experimento funcione (especialmente durante la primera parte de la película), la narración depende en gran medida de la edición, elemento atípico en el cine mexicano.
La narración no ocurre de manera lineal, lo que le exige al espectador estar más abierto a las múltiples posibilidades y caminos que ésta va tomando. Dos veces tú se arriesga a lucir y sonar diferente a muchos títulos que han pasado por nuestra cartelera.
Sin embargo, aunque la novedosa propuesta se agradece, algo no termina por encajar.
En cierto momento, las vidas paralelas de estas mujeres comienzan a cruzarse a través de lo sobrenatural y es justo ahí donde todo pierde sentido, en buena medida porque no su propósito no queda del todo claro.
Mientras las historias hacen una reflexión sobre la naturaleza humana, las cosas funcionan bastante bien. No obstante, al aparecer estos elementos de fantasía la película toma un rumbo que parece improvisado.
Y aunque el resultado final es irregular, el hecho de que Dos veces tú se aleje de la narrativa habitual, así como de los géneros convencionales, debería considerarse como un gran paso, incluso como una muestra de que no todo está perdido para el cine mexicano.