En no pocos momentos de Duna Parte 2 (E.U., Canadá, 2023), el ambiente en el cine se torna idéntico al de una iglesia: la música de Hans Zimmer -con todo y esos cantos de fondo- inundan la sala, las imágenes del cinefotógrafo Greig Fraser nos muestran la vastedad del desierto naranja. La solemnidad lo permea todo. Es una misa eterna y los fieles están listos para adorar al señor, al señor Villeneuve.
Tanta majestuosidad me abruma, no obstante reconozco el espectáculo. Si algo hace bien Duna Parte 2 es embriagarte con imágenes de una belleza oceánica apabullante. Villeneuve y Fraser son ya los amos del desierto: no hay una toma que no sea hermosa, no hay un solo fotograma desperdiciado, todo aquí es enorme, vasto e importante. “Es el regreso de los grandes Blockbusters” dicen allá afuera, qué rápido se les olvidó Barbie o Oppenheimer, pero entiendo el punto: nadie va a venir a decirles que esto es una película boba, comercial o “para niñas”. ¡Es Dune!, y un gusano enorme acapara la pantalla para comernos a todos mientras en las bocinas suenan cánticos de iglesia. Esto es cine, claro que sí.
En Duna Parte Uno (2021) me dormí bien sabroso, pero en Duna Parte Dos ese reflejo ante el aburrimiento parece imposible: no sólo porque efectivamente esta segunda parte es menos aburrida (énfasis en la palabra ‘menos’), sino porque hay muchas explosiones y en no pocos momentos el audio de la sala IMAX hace cimbrar el lugar. No dejan dormir oigan.
Por cierto, no hay forma de ver Dune si no es en IMAX, y si viven en CDMX tienen que verla en la sala IMAX de Plaza Antara. Esto no es un anuncio pagado, ojalá, pero lo cierto es que esta película está hecha para verse en la pantalla más grande posible, con el mejor audio y la calidad de imagen superior. Verla de otra forma es ver una película mutilada. Supongo que Villeneuve ha estado platicando demasiado con Nolan y por ello ya es del club IMAX. Bigger is bigger.
Pero esto no es una crítica a Dune Parte 2. Criticar una película implica tratar de entender sus mecanismos, desarmarla, verla incluso con otros ojos. darle contexto, encontrar vasos comunicantes con otras cintas, apreciar su estética, reconocer el trabajo narrativo, la forma en como el director resuelve las cinta misma, entender sus decisiones visuales y estéticas.
Para criticar una película hay que entenderla, pues, y yo simple y sencillamente no entiendo Dune. Me pasó desde la primera parte pero ahí nadie la hizo de tos porque en realidad nadie entendió nada. Hasta el mismo Villeneuve en su gira por CDMX lo reconoció: “Dune es un aperitivo, Dune Parte 2 es el plato fuerte”.
Y si por plato fuerte entendemos “aquí hay más batallas y Zendaya sale más de 20 minutos”, pues si, esto es el plato fuerte. No me malinterpreten, reconozco que Duna Parte 2 tiene grandes momentos: esa secuencia inicial con soldados voladores (no se ve CGI, o sea que tuvieron que llevar unas grúas gigantes para colgarlos o qué), la pelea entre Chalamet y Elvis quien sale con piel blanca, pelón, pero amenazante. Quién lo diría, Austin Butler sí puede interpretar a otro personaje que no sea Elvis.
O qué tal esa escena donde Chalamet se dirige a los fremen diciendo: ok, si soy el mesías, vamos a romperle la jeta a los otros. Genial. Aunque yo sigo viendo a Willy Wonka cada vez que Chalamet sale en pantalla, pero reconozco que se trata de un momento bien logrado.
Pero a pesar de todo esto, no entiendo Dune, su fulgor me es inasible, su fastuosidad me es apabullante, sus diálogos me parecen inanes, sus personajes y toda la película son de una solemnidad que me da profunda flojera. Why so serious?
No entiendo de qué va Dune, no entiendo qué quiere hacer, o qué quiere decir. Reconozco, claro, entre cabeceo y cabeceo, algunos temas: el mesianismo, el totalitarismo, la búsqueda del poder, pero ninguno llama mi atención. Tal vez porque otras muchas películas antes que esta ya tocaron los mismos temas, y los tocaron mejor, o al menos sin tanta pompa y circunstancia, sin necesidad de una IMAX, sin una palomera que parece flesh light.
Y si, no me tienen que recordar que después del bing bang, después de Eva y Adán, estuvo Dune, y ya después vino Star Wars y Lucas a copiarles todo. Si, al parecer lo único inteligente que hizo Lucas fue haber filmado antes que Villeneuve, que si no la onda hoy sería traer un popote en la nariz y no un pinche tubo de luz cual espada. Lo de hoy sería la palomera de Duna y no los pinches monitos de Star Wars. Lo de hoy sería la música de iglesia de Zimmer y no la marcha imperial de John Williams.
Es la primera vez que me sucede algo así. Es la primera vez que una película me derrota tan impunemente, tan contundentemente. Esto no es una crítica, es una claudicación, una rendición absoluta. Duna y Villeneuve deben de ser grandiosos en algo para lo que soy un profundo e inútil analfabeta.
Tal vez algún día con más calma, en mi casa, con algo de paciencia, veré Duna Parte 2 y finalmente entienda la obra maestra que toda una generación aplaude y que a mi me sigue dando flojera. Si este es el plato fuerte, mejor me espero al prostre, y mientras eso llega, como díria John Lennon: solo estoy durmiendo.