El gran acierto de Esto no es Berlín es su atinado retrato a la cultura underground chilanga de la década de los 80. No sabemos si realmente existían bares tan “gruesos” como los que se ven en la película, pero sin duda el director, Hari Sama, sabe contagiar una sensación de honestidad en lo que filma, lo cual nos hace sospechar que esto es más un testimonio que una ficción.
México en el año mundialista de 1986. Carlos (Xabiani Ponce) es un chico de 17 años interesado en la música alternativa y en Rita (Ximena Romo), la guapa hermana dark de su mejor amigo, Gera (José Toledano).
El inevitable coming-of-age sucede cuando Rita invita a su hermano y su amigo a un club nocturno clandestino, “El Azteca”, donde los jóvenes dan rienda suelta a sus impulsos artísticos mediante música, pintura y performances, amén de que el lugar se presta para el ligue, el sexo grupal y las drogas.
El underground mexicano
El nombre de la cinta se refiere a lo petulante y aspiracional de la escena chilanga, que pretendía copiar las tendencias europeas pero que obviamente fracasaba, quedándose en malas copias de lo que sucedía en otros países.
La fiesta que describe la película, no debería escandalizar a nadie: sexo, drogas y sexo grupal deberían ser temas rebasados para la sociedad mexicana de 2019, pero es un hecho que en aquella época un bar como «El Azteca» provocaba escándalo, redadas y padres furiosos. Todo ellos está muy bien retratado en Esto no es Berlín.
Sama -con un guión de Max Zunino, Rodrigo Ordoñez y el propio director- nos lleva por un viaje de nostalgia que se siente sumamente auténtico, con actuaciones más que competentes y con un soundtrack que redondea la película.