El documental es un género revelador. Un buen documental nos ofrece un acercamiento diferente a temas muy conocidos o la posibilidad de conocer problemáticas de las que ni siquiera teníamos idea. Un ejemplo de esto es Familia de Medianoche, documental que se estrena este fin de semana.
Dirigido por el norteamericano Luke Lorentzen, Familia de Medianoche inicia con un dato perturbador: los aproximadamente 9 millones de habitantes de la Ciudad de México sólo cuentan con 45 ambulancias de servicio público gratuito. Es decir, hay una ambulancia por cada 200 mil habitantes.
Pero y entonces ¿quién opera esas ambulancias que circulan a todas horas por las calles de la ciudad?
Se trata de servicios privados, operados por personas que buscan ganarse su sustento diario recorriendo las calles de la CDMX en búsqueda de accidentados a los cuales auxiliar… y luego cobrar por dicho servicio. Tal es el caso de los Ochoa, una familia a la que el director siguió a lo largo de varios años en su trabajo nocturno como paramédicos en ambulancia.
A diferencia de otros documentales, los protagonistas de Familia de medianoche parecieran no estar conscientes de la cámara frente a ellos. La naturalidad y el carisma con el que se desenvuelven ayuda a que sus anécdotas sean mucho más honestas.
En la ciudad de la furia
Los tres integrantes de esta familia son una muestra bastante particular de la típica familia mexicana, en las que el mayor de los hijos tiene más sentido de responsabilidad que el padre; y en la que el más pequeño de los vástagos cuestiona cualquier consejo sobre su futuro que llega a sus oídos.
Lorentzen nos ofrece un retrato de personajes complejos pero divertidos, que actúan en una amplia escala de grises, llevándolos a tomar decisiones con las que podemos no estar de acuerdo pero al mismo tiempo mostrar total empatía hacia los pacientes que de manera tan diligente y entusiasta atienden, incluso pese a las carencia de recursos con los que desempeñan este trabajo.
Y no sólo eso. A través de estos singulares paramédicos somos testigos (una vez más) de un sistema que funciona a base de transas, pero que, paradójicamente, representan la única esperanza de vida para muchas personas.
Vale también destacar el enorme respeto que muestra el director hacia las víctimas de los accidentes o agresiones que aparecen en la película. Esto no es un documental de nota roja, lo cual se agradece en estos tiempos en los que el morbo ha ganado terreno.
Familia de Medianoche es una película emocionante, conmovedora y extrañamente divertida, que nos recuerda cómo esta ciudad logra “funcionar” de maneras realmente misteriosas.
(Por cierto, cuando una ambulancia les pida el paso, por lo que más quieran, ¡déjenla pasar!)