Godzilla, la criatura que en 1954 protagonizó el primer blockbuster japonés de ciencia ficción en la historia (con la inaudita cifra de un millón de dólares de presupuesto), es la metáfora perfecta. En su robusto cuerpo verde que ruge y lanza rayos está la suma de todos nuestros errores y de todos nuestros horrores.
Godzilla Minus One (Japón, 2023) camina con los pies de la cinta original, y es que a pesar de que la bestia está hecha por computadora, su movimiento y textura por instantes nos recuerda al “man in a suit” que pisoteaba maquetas en 1954. Con un presupuesto de apenas 15 MDD, Godzilla destroza los efectos especiales de cualquier cinta de Marvel.
Minus One inicia en 1945, Japón acaba de firmar su rendición en la Segunda Guerra Mundial y la nación se encuentra en una lenta y dolorosa reconstrucción, limpiando escombros y enterrando a sus muertos. Y justo en ese momento tan vulnerable surge Godzilla.
Koichi (Ryunosuke Kamiki) es un piloto kamikaze que aterriza en la pequeña isla Odo, una base para reparaciones. No obstante su avión no tiene falla alguna, el hombre simplemente está huyendo de la batalla, con todo el deshonor que ello implica. En esas están cuando, de la nada, emerge la bestia verde. Godzilla los mata a todos excepto a Koichi quien se salva de milagro pero con el doble deshonor de no haberse atrevido a cumplir su deber: morir por su patria en la guerra o atacando a la bestia que amenaza destruir Japón.
Afligido, Koichi regresa a la ciudad intentando rehacer su vida. Por casualidad conoce a Noriko (Minami Hamabe), una joven que cuida de una bebé huérfana. Pasan los años y los tres forman una familia aunque nunca firmaron el acta de matrimonio. De hecho, Koichi no pierde oportunidad en aclarar que no está casado con Noriko y, peor aún, que esa niña no es su hija. Mientras esto sucede, Godzilla sigue avanzando, con la amenaza latente de llegar a una ciudad y destruirlo todo.
Godzilla Minus One es un espectáculo perfectamente bien calibrado, una cinta que hace homenaje constante al cine de Steven Spielberg -Jurassic Park (1993), Jaws (1975)- así como a la cinta original de la cual presume no pocos guiños.
El director y guionista, Takashi Yamazaki, no escamotea nada: de inmediato nos deja ver al monstruo en todo su esplendor destructivo. El nivel irá subiendo a cada aparición de Godzilla: más grande, más emocionante, más letal y a plena luz del día. Es el Godzilla que siempre quisimos ver: la devastación es masiva, el peligro se palpa, el corazón salta a cada rugido. El movimiento de cámara, los encuadres y la reacción de los actores contagia una sensación de horror ante lo indescriptible.
Con el avance implacable de la bestia resulta imposible no recordar los días de pandemia, aquella enfermedad que parecía imparable, que dejó miles de muertos mientras las autoridades no hicieron nada frente al desastre. En la cinta, como en la vida real, son los civiles quienes tienen que resolver el vacío de autoridad de un gobierno inútil que se pasma frente a la tragedia.
Minus One es de esas cintas que al finalizar quieres aplaudir y verla otra vez inmediatamente. No inventa el hilo negro y sigue al pie de la letra muchos clichés del cine de desastres, pero también sabe conectar momentos inesperadamente conmovedores. Aquí los humanos importan, el drama es profundo, su dolor nos recuerda nuestro propio dolor.
Para cosas como esta se inventó el cine. Larga vida a Godzilla.