I Am: Celine Dion, crónica sobre un ocaso

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Rumbo al final de I Am: Celine Dion (E.U.A., 2024) -sexta cinta documental de la realizadora norteamericana Irene Taylor-, la cantante de origen canadiense mira con envidia un video del rockero John Farnham quien interpreta en vivo uno de sus temas más famosos “You’re The Voice”. En un ataque de sinceridad, la cantante de origen canadiense, poseedora de una poderosa y educada voz, declara: “A veces me hubiera gustado ser cantante de rock”

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Celine explica que los cantantes de rock se cuidan mucho menos. Lo que para ellos es una característica fundamental -la ronquera clásica del rock and roll- en el caso de Dion sería un desastre. “Envidio a los que fuman, beben y cantan rock”, dice Celine sin pudor alguno. “Ellos salen a fiestas, toman alcohol, se divierten […] y yo solo puedo tomar agua”. 

Este momento de fragilidad y dolorosa sinceridad no será el único durante este documental. Celine Dion es sin duda una estrella, pero en I Am: Celine Dion, la directora Irene Taylor asume la misión de traerla de regreso a la tierra, de hacerla dolorosamente humana al narrar no la cima de la cantante sino el ocaso a partir de una terrible enfermedad que le ha arrebatado lo más preciado que tiene: su voz.

La directora carece de sutileza: el documental inicia con un video casero donde vemos a la cantante tirada en el piso, gritando de dolor, sin poderse mover, con el cuerpo entumido. Se trata de los ataques que le provocan una rara enfermedad neurológica conocida como stiff person syndrome” o “síndrome de persona rígida”. Según lo cuenta la propia cantante “los músculos se tornan en tu contra”, poniéndose rígidos, tornándose inmóviles, haciendo del cuerpo una prisión temporal en la que permaneces sin poder moverte, sin poder hablar. Y la voz – nos dice Celine Dion- es un músculo.

En todo caso, lo único sutil es el título del documental. Yo soy: Celine Dion. Los dos puntos hacen la diferencia. El documental no versa sobre los inicios de la cantante en un pueblito de Canadá, su ascenso a la fama, sus primeros éxitos en la radio, sus múltiples discos, o sus míticas presentaciones donde demostraba que esa voz prodigiosa no era un efecto de la grabación en estudio, sino la privilegiada voz de una cantante extraordinaria.

Esto es casi un réquiem por la voz de la cantante, la triste crónica de alguien que ha perdido aquello que la hacía excepcional. En 2022, Celine Dion declaró al mundo a través de Instagram sobre su enfermedad. “Mi voz conducía mi vida”, dice Dion, ¿cómo es entonces la vida ahora que no tiene voz?

Los editores Richard Comeau y Christian Jensen nos llevan a algunos de los conciertos más icónicos de la cantante, disipando toda duda sobre la grandeza de Celine Dion no solo como intérprete sino como una frontwoman depurada, en control absoluto del escenario. Luego, a través de un corte abrupto -y no sin dejo de crueldad- vemos a la cantante aspirando su sala, jugando con sus hijos, o recolectando memorias en su bodega personal donde tiene zapatos y vestidos que ya no puede usar debido a su enfermedad.

La enfermedad le quitó no solo las cuerdas vocales sino la movilidad que tenía en el escenario, aquel lugar feliz que siempre ha amado. “En el escenario soy un árbol que da manzanas, la gente se va con mucha fruta a su casa […] hoy ya no tengo manzanas, ya no tengo qué dar al público”, dice una Celine Dion completamente destruida y triste.

La intención, supone uno, es hacer visible una enfermedad tan rara y de la cual se sabe poco hasta el momento, pero el efecto más poderoso es el de ver a una estrella caer y apagarse. Siguiendo la metáfora de las manzanas, el público no iba por los frutos, el público iba por el árbol. Celine Dion siempre será recordada, por propios y extraños, como la magnífica cantante que siempre fue, y por la aguerrida mujer que hoy se aferra a los medicamentos, a la terapia y a los tratamientos, esperando algún día volver a su lugar feliz.

 

I Am: Celine Dion, se puede ver exclusivamente en Prime Video.