Infinity Pool, escrita y dirigida por Brandon Cronenberg, nos cuenta la vida de James Foster (Alexander Skarsgård) un escritor frustrado, cuya única novela publicada se la debe a su esposa Em (Cleopatra Coleman) hija de un magnate dueño de una importante editorial. Tratando obtener inspiración para una nueva novela, James organiza unas vacaciones en un exclusivo resort en el ficticio país de Li Tolqa.
La primera vez que nos muestran el complejo turístico, la cámara se pone de cabeza, mientras recorre la piscina infinita, con lo que el director nos confirma que estamos entrando en un lugar que literalmente pondrá de cabeza la vida del matrimonio Foster.
Vida de millonario
James encuentra insípidad sus vacaiones, todo le parece artificial y nada lo inspira. Todo cambia cuando conoce a Gabi (Mia Goth) y su esposo Alban Bauer (Jalil Lespert). Ella es una fan de su trabajo, y por medio de halagos lo convencen de probar nuevas experiencias, aunque esto implique romper la regla de no salir de las instalaciones. Y es que Li Tolqa es un país muy pobre y con muchos movimientos sociales, por lo que no conviene que turistas ricos se paseen como si nada en el lugar.
Por medio de los caprichos que poco a poco van cometiendo ambos matrimonios, a quienes se le suman un grupo de amigos de los Bauer (incluyendo una venganza por la construcción de una alberca infinita), Cronenberg se suma a la reciente tendencia de exhibir los excesos de las elites de la sociedad. Al igual que en Triangle of Sadness (Östlund, 2022), Infinity Pool es una crítica que termina por sentirse vacía e irrelevante, que incluso roba tiempo en pantalla.
En parte, la falla proviene al no mostrar un all inclusive verdaderamente exuberante, como los que puedes encontrar en Los Cabos, la Riviera Maya, o Tailandia, lugares conocidos por su belleza paradisiaca y tristemente por ser usados como “lugares sin ley” en los que se divierten los extranjeros de alto poder adquisitivo.
Si bien las máscaras “aborígenes” de los meseros, y el uniforme del restaurante chino, deben verse como pobres imitaciones, ya que es parte de la crítica a ese tipo de turismo, las instalaciones no deberían sentirse así, ya que no proyectan el estatus y comodidades que el tipo de huéspedes que intenta retratar, buscarían en ese tipo de lugares.
La otredad
Afortunadamente el otro gran tema de la cinta, “la sombra / el otro” si es manejado de manera más afortunada, en parte por el guion –de manera inteligente no tiene elementos del body horror, o alguna otra de las obsesiones de su padre- pero sobre todo por las actuaciones de Skarsgård y Goth.
El primero logra proyectar con miradas y gestos, lo reprimido y hasta cierto punto “castrado” que se siente al ser un fracasado y mantenido, algo que deja entrever con sus reacciones ante la crítica de su fallido libro.
Por su parte, Mia vuelve a hacer gala del amplio rango de emociones que logra transitar de manera natural, de lo inocente a lo más sexy, sin caer en lo sobre actuado.
El otro Cronenberg
A pesar de sus fallas, Infinity Pool vale la pena, pues sin duda, estamos ante un director que con cada película va mejorando en su oficio, y encontrando obsesiones propias que explotar (desligándose de las claves que hacen de su padre un autor tan reconocible), y aunque se queda corto, o mejor dicho solo mete los pies en la alberca, con la crítica y la exploración del otro que plantea al inicio de la cinta, logra dar un cierre satisfactorio.
Con cada producción que nos presenta, Brandon Cronenberg tiene dos misiones, demostrar su talento, y salir de la sombra de su legendario padre David. Afortunadamente, con esta película, cumple ambos objetivos, especialmente el segundo, el cual sin duda es el más difícil.