La Casa de Papel llega a su cuarta temporada y lo voy a decir con franqueza: salvo la excepción de Roma, lo mejor que Netflix ha hecho en español proviene en su mayoría de España.
No lo digo sólo por el éxito que en las primeras semanas de encierro tuvieron estrenos como El Hoyo y la serie Toy Boy, sino por una larga historia de producciones disfrutables y bien armadas, con mucho éxito en Netflix y que le han ganado a la plataforma legiones de fans.
España domina Netflix
He podido disfrutar, con entonación del castellano que a veces te obliga a verlas subtituladas, las series: Vis a vis, la versión española de Orange is the New Black, La Catedral del Mar, una serie basada en la hermosa novela de Ildefonso Falcones, Merlí, que ha traído las peripecias de un peculiar profesor catalán, Elite, con un arrollador éxito transcontinental y uno de los mejores cierres vistos para una serie en español y, por sobre todas, La Casa de Papel.
Coloco a La Casa de Papel por encima de las demás, no porque considere que sea la mejor, sino porque ha logrado lo que pocas: superar la barrera del lenguaje y tener, en su versión doblada al inglés, francés, alemán y muchos más idiomas, un éxito incuestionable más allá del mercado hispanohablante, incluyendo el difícil público de Estados Unidos, que desprecia de entrada todo lo no producido en inglés.
¿Cuál es su secreto?
Antes que cualquier otra cosa, la premisa. Un asalto a la casa de moneda. En tiempo real. Cada minuto en tu reloj, es un minuto en el desarrollo de la historia. El manejo del suspenso y cómo te van revelando las cosas poco a poco, a través de sorprendentes giros de tuerca, la hacen una especie de muñeca rusa indescifrable.
Historias sobre asaltos no son una novedad. Al contrario, hemos visto tantas que ya es difícil sorprendernos. ¿Series en tiempo real? Las varias temporadas de 24 nos llevaron por ese camino vertiginoso.
¿Entonces qué hace especial a la historia de Álex Pina?
Quizá la dualidad de sus personajes. Muy pronto, en función de las relaciones que van construyendo con sus rehenes dentro y fuera del atraco, te das cuenta de que es imposible decidir quienes son buenos y quienes son malos, donde los delincuentes van a ir revelando personalidades que te atrapan, que son capaces de actuar de forma generosa, pero que también saben dónde están y para qué. Cueste lo que cueste.
Sin duda otro elemento que ayudó a su éxito inmediato fue su estupenda manera de entrar a la cultura pop. Desde hace unos años dos disfraces son los más buscados en época de Halloween, el de Harley Quinn y el del overol rojo con la máscara de Salvador Dalí. Convertirte en un ícono, en un sello o en una marca reconocible no es fácil, por más que sea tu objetivo es muy difícil dar en el blanco. La máscara de Dalí, por su diseño y encanto, así como por el contexto en el que se usa, de una clase trabajadora robando a poderosos, así como sus obvios parecidos de diseño, está hoy haciendo competencia a otra máscara tan simbólica como la de V, de Venganza.
La tercera temporada cerró con un enigma que es revelado apenas arranca la cuarta. Como las anteriores, la nueva entrega es un disparo de adrenalina. Quizá mi recomendación, al tener el sesgo de la fan, sufra de poca objetividad; pero si viste las primeras tres, no tengo nada que recomendarte, sé que ya estarás viendo la cuarta junto a la legión de encantados por la serie.
En cambio, si eres de los que se han resistido. Dale una oportunidad. En medio de una cuarentena ¿Dónde prefieres encerrarte? ¿En tu casa de ladrillos o en su casa de papel?