Infancia es destino
Por un momento, Pienso en el Final se convierte en un roadtrip. La nieve también sirve para reflejar cómo Jake percibe a su entorno; él mismo menciona que la gente suele ser fría con él. Agrega que el interior del auto le parece pacífico, mientras que Lucy lo niega diciendo que es creepy. Esta película se trata de un thriller psicológico no por haber un peligro externo, sino uno interno.
La historia de los cerdos sirve como una descripción de la crianza del protagonista. Un padre negligente incapaz de mirar a Jake o de cuidar animales. Porta una banda adhesiva en la cabeza, que representa la demencia que sufre, pero que también puede estar relacionada con lo que Lucy critica en la escena final de A Woman Under the Influence. Su madre, por otro lado, es una mujer que sufre de tinitus, una enfermedad que la hace escuchar susurros. Es una mujer “fría y dulce” como el helado, en palabras de Lucy. Ambos padres son bizarros y patéticos porque es la forma devaluada en que Jake los ve.
Jake aspira a ser alguien cultivado y “perspicaz”, pero en lugar de eso, es “diligente”. La diferencia entre talento y habilidad, es que con uno se nace y la otra se desarrolla con esfuerzo. Su madre confiesa que su hijo no tuvo suerte en la herencia genética. A pesar de eso, vemos un constante esfuerzo en él por cultivarse, aunque no pueda escapar de algunos gustos culposos como los chick fliks o su destino en la granja.
El anciano conserje tiene un trabajo que no cumple con sus aspiraciones, por lo que observa de manera vouyerista la vida de los demás pasar frente a él. Es como si los gusanos se lo hubiesen comido por dentro. Incluso llama la atención que sus padres prepararan para cenar una pierna de cerdo. No es de extrañar que, en el número musical, Jake muera apuñalado en el estómago, con el mismo agujero del granero y el sótano.
El papel tapiz que aparece en las paredes, nos remite a las telas que usaba la mamá de Jake en su cuarto de costura, y que además representan patrones. Durante el camino de regreso, Lucy exclama que Freud además de misógino estaba equivocado al culpar a la familia de las propias dificultades. Aun así, la madre de Jake se culpa a sí misma por haber fomentado un círculo vicioso que aisló a su hijo de los demás. En la misma escena, vemos una prenda para dormir con papilla, sin que sepamos si la mancha proviene de ella cuando era anciana o de Jake cuando era pequeño. A pesar de la lucha constante del protagonista, él no puede evitar volver a su pasado, como lo expresa el maravilloso poema Bonedog.
Al inicio de Pienso en el Final aparece un cuadro de El Caminante Sobre el Mar de Nubes. Este célebre cuadro de Caspar David Friedrich, muestra a un hombre mientras observa de espaldas la naturaleza. La niebla representa sus divagaciones, mientras que la roca en la que se sostiene es la realidad. Es una descripción adecuada de los dos mundos en los que vive Jake.
El valor de este filme no consiste sólo en interpretar los símbolos o lograr entenderla, sino más bien en hacernos reflexionar. Existirá la interrogante acerca de si Lucy existe o no, a pesar de habitar en la mente de otra persona. Platón y Jaques Lacan decían que nunca nos enamoramos realmente de una persona, sino de todo lo que inconscientemente le proyectamos, que viene de nosotros mismos. ¿Qué tan distinto es eso a enamorarse de Lucy? ¿O acaso será un narcisismo al estilo Her de Spike Jonze?
Asimismo, nos quedan dudas acerca del destino final de Jake. ¿Estaba psicótico? ¿Heredó la demencia de su padre? ¿Todo fue un sueño? Los invito a quedarse hasta los créditos finales de la película y a sacar su propia interpretación. Finalmente, me parece que la intención de Kaufman es que cada uno de nosotros hagamos contacto con nuestra propia “ipsiedad”.