Last Night in Soho es la nueva cinta de Edgar Wirght, y en esta ocasión nos cuenta la historia de Eloise (Thomasin McKenzie) una adolescente fanática de la década de los sesenta, que acaba de mudarse a Londres para asistir a la universidad. Al no poder adaptarse al estilo de vida de sus compañeras de dormitorio, decide mudarse a un cuarto rentado por la señora Collins (Diana Rigg) en el barrio de Soho. Ahí empieza a soñar y obsesionarse con Sandie (Anya Taylor-Joy) una aspirante a cantante de los años sesenta.
Esta película nos remite irremediablemente a Somewhere in time (Szwarc,1980) y a Midnight in Paris (Allen. 2011), pues la protagonista está obsesionada con una persona de una época anterior a la cual idealiza, e incluso intenta imitar su look. Sin embargo, la forma en que se entera de la Señora Collins, la casona vieja, las visiones y que poco a poco se integren elementos espectrales (parte importante del segundo acto) remite más a Aura de Carlos Fuentes.
En un intento de originalidad, Wright agrega elementos del Giallo – la corriente de cine y literatura italiana, famosa por su sensualidad mezclada con suspenso, terror y slasher– para intentar entregar una cinta de terror, y aunque es bastante entretenida, hay elementos que no funcionan.
Un inicio espectacular
La película brilla más en sus primeros dos actos, pues logra contagiar la fascinación de Eloise por la moda y el ambiente de los sesenta. El director arma grandes secuencias apoyadas totalmente en su maravilloso soundtrack. La misma técnica que en Cruella (Gillespie, 2021), pero aquí el bombardeo de canciones es menos descarado y con canciones no tan conocidas.
Además -aunque en papeles pequeños- también lucen Matt Smith y Terence Stamp, los otrora Doctor Who y General Zod, respectivamente. Ellos aportan carisma y misterio, dando un buen contrapeso a las protagonistas.
El tercer acto es donde la película empieza a caer, y es que pareciera que Wright no termina por decidir qué tipo de película quiere entregar. Aunque la paleta de colores usada en la cinta, incluidos los posters, de inmediato nos remiten al Giallo, Wright falla en plasmar la sensualidad del género, en especial con Taylor-Joy.
A esta indecisión se agrega una crítica sobre el acoso masculino a las mujeres, misma que aunque loable, no termina de encajar con el resto del filme. Lo peor sucede al final, cuando en pos de un giro de tuerca, termina por contradecir su propio argumento invirtiendo los papeles de víctima y victimario.
Un crítica que no funciona
Algo similar ocurría en Baby Driver (2017), la película anterior del director en la que de buenas a primeras decide insertar una secuencia de arrepentimiento del protagonista, para dar un final de cuento de hadas a una historia que no lo necesitaba.
En Last Night in Soho pasamos de un thriller con crítica social, a una muy retorcida moraleja de los peligros de la gran ciudad.
Tal vez en el fondo Wright desea contar un cuento de hadas, pero no se atreve a hacerlo de forma plena. Ya veremos si en su próxima producción se anima, o se le siguen colando esos elementos a una película que intenta ser otra cosa.