Licorice Pizza: un roadtrip con Paul Thomas Anderson

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“Para mí, Paul Thomas Anderson (PTA) es el artista entre nosotros”, es una frase de nada más y nada menos que de Quentin Tarantino.Viniendo de quien viene, la frase no es menor. Es el reconocimiento de que incluso entre grandes cineastas, hay niveles, y Paul Thomas sin duda está en una posición superior.

Nacido en el Valle de San Fernando California, Paul Thomas Anderson es uno de los cineastas más importantes de nuestros época (o quizás de todos los tiempos). En su arsenal cuenta con obras maestras como The Master (2012), There Will be Blood (2007) y más recientemente Phantom Thread (2017) por lo que cada que anuncia un nuevo proyecto, la expectativa y la emoción no se hacen esperar.

Desde el lanzamiento del tráiler de Licorice Pizza (USA, 2021), su más reciente largometraje, el entusiasmo de sus fanáticos y la crítica cinematográfica no se hizo esperar. ¿PTA dirigiendo un romance adolescente? Interesante… ¿En los 70s? ¡Es la mejor época en pantalla! ¿Con el hijo de Philip Seymour Hoffman? Habrá que ver si tiene el talento de su padre…Todos los detalles que delataba el trailer eran bastante prometedores, y hoy, afortunadamente, les puedo decir que el hype estaba totalmente justificado.

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Una historia «sencilla»

La premisa es bastante sencilla, tanto así que el sitio oficial de la película lo describe como “la historia de Alana Kane (Alana Haim) de 25 años y Gary Valentine (Cooper Hoffman) creciendo, corriendo por aquí y por allá, y enamorándose en el Valle de San Fernando en 1973, registrando la navegación traicionera del primer amor”. La razón por la cual la sinopsis es concisa es porque francamente la anécdota es lo de menos.

Licorice Pizza se siente como si fuéramos en el asiento trasero de un auto conducido por PTA. ¿Cuál es el destino? Qué más da. Lo importante es el camino, las pláticas, la compañía y claro, la música. Sostener una película como Licorice Pizza es una hazaña complicada, ya que usualmente lo que sostiene los filmes es la anécdota.

 

Paul Thomas Anderson se distancia de esa narrativa y apela al discurso verdaderamente cinematográfico, donde la mirada del director, la puesta en escena y los actores hacen que salgamos del cine con una sonrisa. El filme se siente fresco, ligero (en el buen sentido) y podría decirse que incluso único. Es una comedia (género inusual para el director) que nos demuestra que no hay malos géneros si se abordan de la manera correcta.

Un cast de novatos

Mucho de esa frescura viene de que gran parte del cast and crew son primerizos en la pantalla grande. Tanto Michael Bauman, director de fotografía y Andy Jurgensen, editor del filme, es la primera vez que trabajan en un largometraje. Además, los protagonistas también hacen su debut en Licorice Pizza.

Por una parte tenemos a Alana Haim, integrante de la banda HAIM (donde PTA ya ha dirigido varios de sus videos musicales) sorprende por su carisma y fuerza en la pantalla. Su contraparte es  interpretado por Cooper Hoffman, hijo de Phillip Seymour Hoffman, quien continúa el legado de su padre con una actuación electrizante y divertida.

Alana, de 25 años, vive con su padres y sus dos hermanas en el valle de California. Trabaja para un estudio de fotografía y básicamente le urge abandonar el hogar. Cooper, de 15 años, es un adolescente cuya carrera como joven actor comienza a complicarse, por lo que decide incursionar en diversos negocios bizarros, cosa que impresiona a Alana hasta volverá socia de dichas empresas.

La película nos lleva a un sin fin de pequeñas anécdotas las cuales van poco a poco forjando su relación. Cooper es un chico que busca ser un adulto: su incursión a la actuación desde muy joven lo han hecho un tipo muy confiado y bastante maduro para su edad. Por su parte  Alana, al ser casi que la oveja negra de la familia, se aferra a la juventud. Cooper lo que la hace sentirse libre, iniciando un viaje de autodescubrimiento. No hace falta decir que la química entre ambos es increíble.

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California dreaming

Encima de todo esto, Sean Penn y Bradley Cooper hacen apariciones breves pero muy divertidas, en especial la de Bradley quien encarna a Jon Peters, productor y novio de Barbara Streisand es esos tiempos. Penn da vida a Jack Holden (basado en el actor de la vida real William Holden), entrelazando de manera muy interesante la realidad con la ficción.

Y es que casi pareciera que Licorice Pizza es un recuerdo, o la idea de un recuerdo, donde la realidad y la ficción se mezclan, parecido a lo que hizo Tarantino en Once Upon a Time in Hollywood, que irónicamente también toma lugar en Valle de San Fernando.

Aunque parece que estamos frente a una película en extremo sencilla, el rimo, la atmósfera y las actuaciones son propias de la maestria )ya demostrada anteriormente en su filmografía, de un Paul Thomas Anderson que no deja de sorprender incluso en escenrios en apariencia simples. Miradas, reacciones, y hasta un simple abrazo afuera de la oficina de policías toman un significado más importante, sin la necesidad de tener que explicarlo todo, o incluso sin recurrir o montajes complicados.

 

La inevitable polémica

En esta era de polémicas inmediatas, no ha pasado desapercibido entre los censores digitales señalar el hecho de que Licorice Pizza aborda una relación entre un menor (quince años) y una chica adulta (25 años).

Este asunto se aborda directamente en el guión: Alana no quiere andar con Gary justo por su gran diferencia de edad y durante toda la película se pregunta si es raro andar con ese chico y sus amigos, que son incluso más pequeños que Gary.

Se pudiera argumentar que en esos años la sociedad podía ser bastante más permisiva en cuanto a ese tipo de relaciones (y no a las homosexuales… pero esa es otra plática), pero ello no borra el hecho de que sea inapropiado.

Eso tampoco quiere decir que necesariamente se esté glorificando o romantizando ese tipo de relación, asunque si alza la pregunta sobre si es necesario incluir ese tipo de narrativas.

Lo que me parece inadmisible es ignorar la proeza del filme por un dilema moral, ya que el cine no tiene por qué dictar la moral o mostrar únicamente a personajes moralmente correctos.

 

Sencilla pero no simple

Licorice Pizza es de lo mejor que el cine americano ha ofrecido en los últimos años. Con una sensibilidad inaudita para dirigir actores y su habilidad cinematográfica refuerzan que el trabajo de Paul Thomas Anderson es de lo más virtuoso del cine contemporáneo. El hombre domina cualquier género porque domina el cine, y eso es de aplaudirse y reconocerse.

Su destreza al dirigir se respira en la sala, demostrando que algo artificioso no necesariamente será lo más impactante. La verdadera sencillez nunca es simple, y con Paul cada detalle es importante y deliberado.