Madame Web: la culpa no es de Dakota (ni de la directora)

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Sin duda lo más divertido de Madame Web (USA, 2023), ópera prima de la muy prolífica directora de televisión, S. J. Clarkson (en su haber hay episodios de series icónicas como Heroes, Dr. House, Dexter y hasta de Succession) es ver (que no leer, porque los nerds rara vez escriben) las reacciones enojadas de los fans del cine de superhéroes, quejándose a nivel berrinche de que esta película sea tan mala.

Y en efecto, Madame Web es una película mala, pero no comparto las razones de los fans del cine en mallas: el problema no es una directora, no es una actriz, no son las actrices de reparto, ni el cinefotógrafo. El problema es endémico, el problema es el modelo de negocio sobre el cual este género camina. Aquí no se trata de contar historias, aquí se trata de hacer dinero por todos los medios posibles, así sea haciendo un gran evento cinematográfico (la saga Avengers), o así sea mandando las películas a una lata para ganar exenciones fiscales (la película de Batichica).

Y algo me hace sospechar que Madame Web es de estas últimas.

Creo que no viene mucho al caso pero ahí va la trama. En Madame Web conocemos a Cassandra Web (Dakota Johnson con cara de qué hago aquí), una chica que en la Nueva York de 2003 es paramédico. Junto con su amigo Ben (a que no adivinan su apellido), va por la ciudad rescatando gente, aunque a Cassandra no le gusta que la traten como heroína (WTF?).

Una tarde de trabajo se “despierta” su poder: Cassandra  puede ver en flashbacks (o flashforwards más bien) el futuro inmediato de cuando alguien que conoce está en peligro. ¿Por qué tiene esos poderes? Resulta que su madre era una mujer apasionada por la ciencia y muy irresponsable: estando embarazada de Cassandra se va a Perú (en los créditos nos enteramos que en realidad es México) a investigar en la selva una araña con poderes locos.

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Encuentran a la araña pero uno de sus colaboradores la traiciona, le dispara y le quita al tan deseado arácnido. Pero eso no es lo más loco, sino que de la nada salen unos como Spider-Mans autóctonos (Chema Yazpik entrando al quite) que le ayudan a que su bebé (o sea Cassandra) no se muera, pero en el proceso seguramente obtendrá poderes. No hay problema “aquí estaremos cuando crezca para que le expliquemos la cosa”. Sic.

Total que Cassandra en su visiones ve que un tipo con un traje de Hombre Araña malo persigue a tres chicas (una de ellas es Sydney Sweeney). Por cosas del dios del guión, Cassandra se encuentra con las tres chicas en el metro y les dice (a lo John Connor) que vayan con ella si quieren vivir. Las chicas bien obedientes la siguen pero el Hombre Araña malo llega al lugar y tenemos la primera escena de acción. La película es un mezcla entre la primera parte de Terminator (1984) con Adventures in Babysitting (1987) y principalmente la saga de Final Destination (2000).

Y es justo en esas secuencias tipo Final Destination que la película encuentra sus momentos (y probablemente sean los únicos) más logrados. La cámara de Mauro Fiore (ganador del Oscar por su fotografía en Avatar, la de James Cameron) da de vueltas sobre su eje sin pudor alguno, elevando el nivel de las coreografías de pelea que justo por el movimiento de la cámara y el encuadre se ven mejor de lo que realmente son.

Pero hasta ahí llega lo bueno que pueda decir de esta cinta. Los diálogos son horribles, la historia es una colección de absurdos, y la resolución es tonta, por decir lo menos. Y es que toda la película (y sabiendo ahora la filmografía de su directora, esto tiene mucho sentido) se siente más bien como una serie. De hecho me da la impresión de que esto era el piloto de una serie que a la mera hora decidieron hacerla película.

Esto último explicaría el enojo de los fans, y es que lo que más les molesta es que en el trailer aparecen escenas de todas las chicas con sus trajes de heroína y eso (SPOILER) no pasa en la película, solo las vemos vestidas así en escenas de flashforward y al final de la cinta.

La película es un viaje en el tiempo: al tiempo aquel en que Marvel hacía películas chafísimas de sus personajes mientras que DC hacía cosas como Superman (1978) o Batman (1989).

¿Es culpa de la directora?, ¿de Dakota Johnson?, ¿Sydney Sweeney?, ¿de Isabela Merced o de Celeste O’Connor? No, es culpa por una parte del guión, escrito ¡a seis manos! por Matt Sazama, Burk Sharpless, Claire Parker, S.J. Clarkson. Ellos escribieron esos diálogos, ellos escribieron esa historia, ellos escribieron esa estructura. Si quieren culpables, vayan a por ellos.

Y no olviden por supuesto a Sony, quien al parecer hizo esta película para no perder la licencia de los personajes. Misma historia que con la famosa película producida por Roger Corman sobre Los Cuatro Fantásticos (1994).

El enojo de los fans es realmente el enojo a cómo funcionan las cosas con el cine de superhéroes, y es muy fácil irse en tropel contra cinco mujeres antes de darse cuenta que han sido engañados por la industria misma: esa que aman, que reverencian y que les ha dado mucho dinero en forma de clicks de videos en Youtube. Hay mucho de hipocresía en toda esa indignación.