Tras el éxito de Game of Thrones (con todo y su horrible última temporada), las distintas plataformas de entretenimiento han tratado de encontrar una serie que llame la atención de los fans de las épicas de caballeros y princesas. Hasta ahora la cosa no ha salido del todo bien.
La más reciente apuesta de Netflix es Cursed (Maldita), serie disponible desde hace un par de semanas.
Compuesta por 10 episodios, Maldita es una reinterpretación de la leyenda del Rey Arturo y cuenta la historia de Nimué (Katherine Langford), una joven con el poder de controlar la vida vegetal e hija de la sacerdotisa de su clan. Pese a tener habilidades superiores, Nimué suele ser rechazada bajo la creencia de que sobre ella pende la maldición del demonio.
Un día su aldea es atacada por los Paladines Rojos, un ejército de fanáticos religiosos que busca destruir a todos los seres mágicos. Es entonces que la madre de Nimué le da una misión, encontrar a Merlín (Gustaf Skarsgård) y entregarle la Espada Excálibur.
Diversidad medieval
Probablemente lo más llamativo en Maldita son los elementos de diversidad racial y sexual agregados a personajes tan conocidos (y muchas veces llevados al cine y la televisión).
Para esta nueva versión, por poner algunos ejemplos, Arturo es interpretado por un actor negro (Devon Terrell), mientras que la actriz Shalom Brune-Frankiln (Igraine) interpreta a un personaje homosexual, sin mencionar por supuesto, que en esta historia el protagonismo recae en un personaje femenino.
Este cambio no es algo que Netflix se haya inventado. En realidad viene del material tomado para crear la serie, es decir la novela homónima escrita por Tom Wheeler e ilustrada por Frank Miller.
Mal inicio, buen final
El problema con Maldita es que a pesar de su propuesta, la historia tarda en despertar interés, tal vez por el tono tan juvenil (con esas transiciones tan fastidiosas), tal vez por ese intento fallido de intriga política.
Los primeros episodios llegan a ser tan soporíferos y sin un rumbo muy claro que para cuando la trama comienza a despegar, es posible que algunos decidan quedarse en el camino.
Quien tampoco ayuda es su protagonista, y es que por más que nos vendan a Katherine Langford como un nombre a seguir, lo cierto es que le falta ese carisma que logre que uno pueda enganchar con su personaje.
Todo indica que la serie alcanzó suficiente popularidad como para ser renovada para una segunda temporada. Tal vez en esa oportunidad puedan lograr algo mucho más atractivo (y menos aburrido).
Un apunte final, ¿cuántos actores piensa darnos la familia Skarsgård?