El miedo es instintivo. Ante los peligros, nuestro cuerpo está condicionado a reaccionar con una carga de adrenalina que nos pone alertas.
Sin obviar que actualmente vivimos en tiempos y lugares extraordinariamente peligrosos (homicidios, secuestros, violaciones, crimen), en la vida cotidiana, no tenemos -como nuestros ancestros-, el riesgo de ser devorados por una fiera u otros riesgos de la intemperie, pero nuestro instinto nos mantiene condicionados a reaccionar a los sobresaltos.
Eso ha permitido que el género de horror, como narrativa verbal, escrita o cinematográfica tenga tanto éxito. Nos gusta asustarnos, cuando después podemos volver al confort de la cotidianidad.
En lo personal, me gustan las historias de horror cortas. Deben ser perturbadoras y no recurrir al susto del portazo o del efecto de sonido sorpresivo. Para mi gusto, un buen relato de horror debe irse tejiendo a base de pistas, diálogos e imágenes sutiles, pero que vayan inyectando en el espectador dosis progresivas de incomodidad, dudas, preocupación y empatía, de modo que cuando llegue el momento de la catarsis, el corazón libere la adrenalina necesaria.
Netflix lo logra con su sorpresiva serie francesa Marianne.
El terror viene de Francia
Después del éxito en 2018 con La maldición de Hill House –que incluye un tremendo plano secuencia de casi un capítulo y la estupenda historia de una mujer con el cuello roto- en 2019 el tío Netflix nos sorprende, en una serie de ocho capítulos, con la historia de Emma, una exitosa escritora de historias de horror, que vuelve a su pueblo a enfrentar a los fantasmas que dieron rienda a su literatura, para encontrarse en medio de una pesadilla creciente.
Recuperando elementos de una de las historias icónicas de Stephen King, al regresar a su pueblo Emma se reencuentra con sus amigos de infancia, un grupo de adolescentes, casi marginados sociales, que enfrentaron a un monstruo en su infancia y deberán enfrentarlo de nuevo como adultos.
Sorprendentemente, es mucho más eficaz en ese trabajo la serie francesa que en las dos versiones cinematográficas de “It” (Cada una de esas versiones dura casi lo mismo que la serie).
Con recursos mucho menos complejos que La Maldición de Hill House, esta serie francesa va presentando a sus personajes con referencias sutiles a películas de horror (The Witch, The Exorcist, The Ring, Mysery, Hereditary, Rosemary’s Baby, The Babadook, A Nightmare on Elm Street y, desde luego, IT).
El ambiente de terror se va construyendo a partir de los diálogos, de escenarios sombríos, de dudas y, claro, de la gesticulación de la actriz Mireille Herbstmeyer.
Un éxito del público
Para el director francés Samuel Bodin, Marianne podría significar un salto a retos mayores. Sin parecer una gran apuesta de Netflix (por la poca publicidad que recibió) Marianne ha tenido una fuerte acogida con el público y, de boca en boca y de susto en susto, se ha convertido en una de las series más exitosas de la temporada.
El final deriva en un cliffhanger que si bien podría mantenerse como un estupendo final abierto, sabemos que al tío Netflix le encanta agregar temporadas a toda serie que se vuelva exitosa hasta desgastarla. Ojalá no sea el caso.
El miedo es instintivo. Tomar ese instinto y convertirlo en una historia que nos provoque catarsis, sin demasiados artificios, es hacer las cosas bien. Marianne, está bien hecha.