A pesar de haberse estrenado hace ocho meses (en abril), fue apenas hace dos semanas que descubrí Normal People, la serie basada en la novela homónima de Sally Rooney.
Cual testigo de Jehová, durante todo este tiempo me he dedicado a convencer a mis conocidos de ver la serie. Parece imposible creer todo lo que esta serie provocó en mí, al ser una historia tan sencilla a primera vista pero con capas de profundidad y actuaciones lo que hace de esta serie la mejor del año, en mi opinión.
Un oasis en la pandemia
¿Por qué la obsesión? Todavía no logro descifrarlo. Soñaba con ella cuando todavía no la terminaba. Los paisajes melancólicos de Irlanda se quedaban grabados en mi cerebro. Cuando acabó, sentí un enorme vacío del que todavía no me recupero.
Creo que la excelencia de la historia recae en la simplicidad. Disponible en México en la señal de Starzplay, Normal People sigue a Marianne (estupenda Daisy Edgar-Jones) y Connell (adorable Paul Mescal), dos jóvenes viviendo en la ciudad de Sligo, que entran y salen de la vida del otro, desde la preparatoria hasta los últimos años de la universidad.
Durante todos esos años van pasando otros amores, otras camas, otras ciudades y otras oportunidades. Sin embargo, siguen encontrándose el uno con el otro, cada vez con más intensidad, con más anhelo de que las cosas funcionen. Y nosotros anhelamos con ellos, recordando nuestras propias historias de amor, reconociendo nuestra propia soledad.
Agradezco profundamente haber tenido esta historia conmigo durante esta pandemia; realmente creo que pocas cosas me mantuvieron a flote tanto como mi interés en la relación de Connell y Marianne.
De las mejores actuaciones del año
Uno nunca sabe a dónde nos va a llevar la historia, qué va a pasar ahora, cuándo volveremos a ver juntos a nuestra pareja favorita. Ese hilo es el que nos lleva a seguir los capítulos con avidez, pero es en el número 10 en el que topamos con un cambio radical. Cierto evento trágico obliga a Connell a buscar terapia y hablar, por fin, de lo que lleva cargando desde que era un adolescente.
El conflicto principal en Normal People es la falta de comunicación entre todos los personajes, pero es justo en este episodio donde se aborda ese problema al mostrarnos a un Connell vulnerable, quien, con todo y su timidez, logra expresar entre lágrimas la raíz de su depresión. Paul Mescal, desgarrador, nos ofrece de las mejores actuaciones del año.
Intimidad y pudor
Aparte de las actuaciones, otro gran acierto de la serie es el cuidado con que se graban las escenas. De repente nos presentan a Marianne y Connell en primer plano, haciendo énfasis en sus expresiones y haciéndonos sentir que estamos ahí con ellos.
Luego hay planos más abiertos, donde casi siempre están ambos en extremos opuestos, agravando el deseo de verlos juntos una vez más. Tenemos también los paisajes que mencionaba, de un país que se antoja tan extraño, pero que es el escenario perfecto para una historia así.
Pero, lo que más llama la atención es el celo con el que nos enseñan las escenas íntimas entre Marianne y Connell. Ambos actores han mencionado que tenían a una experta en intimidad en el set, quien repasaba las escenas con ellos y se encargaba de que todo resultara lo más orgánico posible. Y vaya que sí.
Honestamente, hubo varias veces que me sonrojaba al ver esas escenas, aunque las estuviera viendo sola. Casi que me daban ganas de cerrar mi computadora y dejarlos solos con sus asuntos, pero a la vez me sentía parte de ese momento. Qué gran fortuna.
No es otra serie
Normal People es una historia de amor, claro, tiene todo lo que uno espera de ese tipo de relatos, pero también todo lo que uno no espera. Poco a poco va desnudando a los personajes (metafórica y literalmente), tan opuestos uno del otro, pero que indudablemente merecen estar juntos.
Se tocan temas como la salud mental, el odio hacia la propia familia, los tropezones amorosos que nos damos al crecer, la soledad, el auto sabotaje. Ciertamente no es una historia alegre, la melancolía prevalece en los doce capítulos, y aun así, uno quiere más.
Todavía pienso mucho en ella, siento que se quedó grabada en mí para siempre. Qué dicha que podamos aún encontrar series que tomen todo de nosotros, que nos hagan reflexionar, anhelar, vivir a través de la pantalla. Me permito parafrasear las palabras de Marianne al decir que, definitivamente, no es así con ninguna otra serie estrenada en este año de porquería. O en ningún otro.