En una noche de tormenta eléctrica, bajo el estruendo de los relámpagos, el viejo carpintero Gepetto, embriagado por el dolor de haber perdido a su hijo en una forma por demás injusta y dolorosa (víctima de un bombardeo a una ciudad que ni siquiera era objetivo militar), empieza a construir un muñeco de madera con la loca idea de que cobre vida y así reemplazar a su hijo muerto.
La construcción de la escena no parece gratuita. Por un instante, el Gepetto de Guillermo del Toro (voz en inglés de David Bradley) asemeja a Frankenstein, pero si aquel quería demostrar el poder de la ciencia dando vida a un ser inerte, Gepetto solo busca menguar el dolor de una pérdida irreparable.
Un relato oscuro
En la versión de Pinocho (México, EU, Francia, 2022) de Guillermo del Toro, la oscuridad está invitada. La misma faz tenebrosa que tenía el texto original escrito en 1882 por el italiano Carlo Collodi esta presente en esta nueva película Ya desde aquel entonces, la historia de este niño de madera que se movía por arte de magia era un relato lo suficientemente macabro como para debatir si estábamos frente a una historia infantil o algo más perverso. Del Toro abraza la oscuridad y el drama inherente a esta historia para así hablar de temas incómodos como la muerte, el duelo, la guerra, el fascismo, y la obligación de resistir a los déspotas, así sea al menos burlándose de ellos.
La película se sitúa en los años treinta, en una Italia dominada por el fascismo y la devoción ciega pero temerosa hacia “Il Duce”, Benito Mussolini. En ese contexto surge Pinocho, la marioneta sin hilos creada por Gepetto que de inmediato causa revuelo en el pueblo, principalmente entre el cura de la iglesia local y un general fascista quien ve en Pinocho la oportunidad de hacerse de un soldado extraordinario para la guerra.
Y es que Pinocho tiene un pacto con la muerte que lo hace literalmente inmortal, lo cual resulta muy conveniente en tiempos de guerra. Pero el niño de madera no entiende nada de esto, se trata de un muñeco con el alma de un infante demasiado inocente como para comprender conceptos como la muerte o la patria. Pinocho es un ente amoral.
La inocencia de Pinocho pone en perspectiva la realidad: no sabe qué es el mal o el bien, no sabe que es la guerra (Pinocho cree que se trata de algo emocionante, como si fuera un juego), ni tampoco sabe qué son los dictadores. En cierta escena, Pinocho se burla sin misericordia de Mussolini pensando que simplemente está haciendo algo divertido.
Un cuento diferente
Como en el cuento clásico, el muñeco de madera será embaucado por un empresario circense sin escrúpulos quien lo engatusa para sumarse como la atracción principal de su show: una marioneta que no necesita hilos.
Las intenciones de la versión disneyana se contradicen con la de Del Toro: mientras este pasaje era casi un cuento de terror en sí mismo, hecho para asustar a los niños que se portan mal, en la versión del mexicano unirse al circo es más un acto desesperado por ser aceptado y una plataforma que Pinocho usa para decir cosas, como por ejemplo pedorrearse en la cara de ‘Il Duce’.
En la versión de Disney, Pinocho es un cautionary tale, un relato hecho para espantar a los niños y advertirles qué pasa si se portan mal, si dicen mentiras, si no van a la escuela o no obedecen a sus padres. Del Toro va en ruta opuesta, la desobediencia es un signo de rebeldía, el arte (así sea en un circo) es una vía para encontrar la individualidad, la inmortalidad es una condena, la muerte es una desgracia, pero es también un ciclo natural de vida.
Más importante aún, Del Toro se niega al final feliz (o al menos al final feliz de la versión de Disney): Pinocho es para el director mexicano un ícono que simboliza la resistencia al cambio en pos de ser aceptados por los demás. Pinocho, la película, transmite la necesidad de aceptar y abrazar quienes somos, así estemos hechos de madera.
La pasión lleva tiempo
La animación refleja la pasión y el gusto por el detalle de todos los artistas involucrados (estudios tanto norteamericanos como mexicanos). El movimiento de los muñecos animados cuadro por cuadro es absolutamente sorprendente, los personajes respiran, se mueven, brincan con una suavidad de movimiento producto de años de arduo trabajo. El resultado se nota en la pantalla.
Si bien es cierto que elementos como las canciones y algunos chistes (el rolling gag del grillo al que siempre lo aplastan) parecen ganchos dirigidos a la audiencia más pequeña, Del Toro al final es fiel a su visión. Estamos ante una tragedia contada con elementos tan perturbadores como hermosos y cuya moraleja habla de una triste e ineludible realidad: todas las personas que queremos o conocemos, morirán al final.
Queda en nosotros, el público, saber qué hacer con esa información.
Pinocho se puede ver en algunas salas de cine y en Netflix el 9 de diciembre.