Siempre me ha costado trabajo engancharme con las series de televisión. Ya sea por los terribles horarios en televisión abierta o porque algunas de ellas sólo podían encontrarse en canales de paga. Ahora me es difícil por la cantidad de shows que salen cada año y lo complicado que es estar al día con el ya ridículo número de plataformas de streaming disponibles.
Como sea, siempre he preferido invertir mi tiempo en el cine… pero entonces un día me encontré con Game of Thrones.
Llegando tarde
No fui fan de Game of Thrones desde el inicio, de hecho comencé a verla tan sólo una semana después de que se emitiera el capítulo final, movida en buena medida por la curiosidad de saber por qué los fans que tanto la amaban de pronto parecían tan desolados.
A esas alturas ya conocía desde los nombres de los personajes hasta algunos de los momentos más críticos de la historia. Pese a ello, el no tener mayor contexto me ayudó a emocionarme igual que aquellos seguidores que estuvieron ahí desde el principio.
Game of Thrones toma su nombre de la primera de una serie de novelas de fantasía, aun sin concluir, escritas por el estadounidense George R. R. Martin en las que se narra la continua lucha por el poder y el dominio de un reino medieval conocido como Westeros.
Nada está escrito
A diferencia de otras historias en las que la trama determina el destino de los personajes, en Game of Thrones me encontré con una propuesta en la que las decisiones y acciones de los personajes eran lo que construía el argumento, convirtiéndolos así en los dueños de su destino.
Si bien ya sabía que alguien llamado Ned Stark – el supuesto protagonista – moría en la primera temporada, conocer más sobre él y los eventos que lo llevaron a su fatal destino fue bastante sorpresivo en especial porque desde ese momento el show hacía una declaración de intenciones: en este universo las acciones tendrían consecuencias. Si se actuaba con habilidad e inteligencia habría una recompensa. Y por el contrario, si se era ingenuo o descuidado, quedaría fuera del juego.
Esta dinámica, repetida en varias ocasiones a lo largo de varias temporadas, no sólo ayudó a que los espectadores temieran por el destino de sus personajes favoritos sino que se convertiría en uno de los principales atractivos para que nuevas audiencias se interesaran en una historia que prometía sorprenderlos en cualquier momento.
Es agridulce ser fan de Game Of Thrones
Ser fan de Game of Thrones es algo agridulce. Aunque siempre se destacan sus muchas virtudes, inevitablemente también se terminara mencionando todo aquello que salió mal y en este punto del texto ya podemos encontrar dos de esas cosas, adaptar un material inconcluso y crear la necesidad de subvertir cualquier expectativa.
Al momento de estrenarse la primera temporada de la serie ya se habían publicado cuatro de los siete libros que se supone conformarán la Canción de Hielo y Fuego. En 2012 se pondrá a la venta la quinta entrega. Desde entonces no ha habido más.
Dicho material serviría para dar forma, de manera bastante fiel, a las cuatro primeras temporadas. No obstante, al llegar la número cinco George R. R. Martin (quien fungía como asesor y guionista de algunos episodios) dejó de colaborar con la serie y los showrunners David Benioff y D. B. Weiss comenzaron a ser quienes decidirían el rumbo que tomaría la historia.
Altas expectativas
Aunque Benioff y Weiss demostraron ser buenos adaptando un material existente, también dejaron claro que carecían de las habilidades narrativas de Martin, lo que trajo como consecuencia el problema de las expectativas.
Si todo el tiempo estás tratando de sorprender a tu audiencia, invariablemente comenzarán a aparecer agujeros argumentales que después serán más difíciles de corregir.
Y eso fue justo lo que pasó. Si al inicio las cientos de conversaciones – e incluso las batallas – tenían un propósito, en las temporadas posteriores comenzaron a aparecer ocurrencias que al final sólo complicaron la trama de manera absurda. ¿Por qué Benioff y Weiss decidieron crear un personaje tan amenazante como el Night King, inexistente en la versión literaria, si al final convertirían a Cersei en el enemigo a vencer?
Si todo esto ya era un problema, para algunos fans de Game of Thrones, el verdadero pecado que la condenó fue mucho peor.
La terrible última temporada
En su artículo “The Real Reason Fans Hate the Last Season of Game of Thrones”, publicado en 2019 por la revista Scientific American, Zeynep Tufekci afirma que mientras la serie adaptó el material escrito por George R. R. Martin la historia se desarrolló desde un enfoque sociológico en el que los aspectos políticos y sociales eran lo más importante y determinaban las decisiones de los personajes. Es decir, sus acciones aunque crueles eran lógicas para la trama y si tenían que quedar fuera de la historia, el núcleo de la misma no se vería afectado.
No obstante, Tufekci destaca que una vez que Benioff y Weiss tomaron el control, la narración cambió a una perspectiva psicológica. A partir de ese momento fueron los sentimientos y las pasiones los que iban a definir las acciones, lo que traería como consecuencia que ya no fuera tan sencillo desprenderse de personajes (aunque la lógica así lo pidiera) pues la serie dependía de ellos para que los espectadores se mantuvieran involucrados, algo que se notó particularmente después de la Batalla de Winterfell.
Siguiendo la premisa de Zeynep Tufekci, tiene sentido que los arcos de Daenerys, Tyrion, Sansa, Jaime, Cersei y un largo etcétera, terminarán de la forma tan incongruente como lo hicieron. De pronto ya no teníamos estos personajes que actuaban en una escala de grises, ahora sólo eran típicos arquetipos del héroe y el villano.
La decepción
Fue así que perdimos una gran oportunidad de presenciar una historia en la que se retratara de manera inteligente cómo el poder no sólo es capaz de mostrar la verdadera naturales de algunos individuos, sino también de corromper al ser con las más puras intenciones.
Desarrollado con habilidad, el ejemplo de Daenerys como la líder virtuosa convertida en tirana habría sido fenomenal. Por desgracia el resultado fue todo menos eso.
Cuando llegué al capítulo final me sentí sumamente decepcionada y por desgracia entendí porque los fans – a los que ahora yo pertenecía – habían estado tan desolados. Game of Thrones, era esa serie que prometía ser diferente a todo lo conocido pero que con el tiempo se fue transformando en un producto tan espectacular como convencional.
A veces me pregunto si recomendaría verla a alguien que nunca lo ha hecho. La realidad es que lo haría – después de todo disfruté el camino – pero no la ofrecería como la mejor serie de la historia de la televisión. Más bien lo haría como un interesante ejemplo de cómo el éxito mal encaminado puede desvanecer las mejores virtudes de un show.
El futuro: House of the Dragon
En 2022, HBO tendrá una oportunidad de resarcir el daño provocado con las últimas temporadas de Game of Thrones. Ojalá House of the Dragon, el primer spin-off planeado de este universo, tenga todo lo bueno de la serie original.
Mientras tanto y como muchos otros, ahora busco en los libros eso que la serie no logró darme. El problema es que George R. R. Martin todavía no termina de escribir las dos novelas faltantes. Como dije antes, ser fan de Game of Thrones es algo agridulce.