“Dile al patito feo que es un cisne y hará lo que sea para mantener el trofeo”.
Fragmento en AmarRamé de Nerea Lozano, poeta diagnosticada con anorexia nerviosa.
Rememora tu existencia en el vientre de tu madre. Tan cálido, aislado y fértil. Rememora nacer. Aquellos estímulos que jamás habías sentido antes en tu vida: la luz penetrar a través de tus ojos todavía ciegos, el temblor alrededor de tu frágil e inexperto cuerpo, y por primera vez en tu vida sientes un estremecimiento en tu estómago, es hambre, es dolor.
Aún no tienes noción de la muerte, pero hay un sentimiento de aniquilación que inunda tu profesa alma. Súbitamente un desconocido líquido accede a tu indefensa boca. El sufrimiento se ve sustituido por una sensación inundada de placer: el primer alimento en tu vida.
Es sabido que la etapa de lactancia en un recién nacido es de vital importancia para desarrollar lazos de apego con la madre y más adelante en sus relaciones interpersonales. Según diversas investigaciones, cuando el bebé succiona el pezón de su madre genera un estímulo en el hipotálamo que libera oxitocina, hormona del apego, acreditada en términos simplistas por muchos como “la hormona del amor”.
Comida y amor
Puesto que la comida es uno de nuestros primeros contactos con el exterior, los neófitos tratan de introducir todo a su boca, desde juguetes o un chupón hasta sus pulgares; porque además de ayudarles a relajarse, les permite lograr diferenciar entre lo que es nutrición para ellos o no.
Piensa en una cita, tu último cumpleaños, graduación o boda, todos son eventos que involucran reunirse a comer juntos. Y a mayor importancia tenga el evento, probablemente mayor calidad tendrá el menú. La alimentación es una representación de lazos afectivos.
La comida sirve para relacionarnos con lo que amamos. De ahí expresiones como “comerte a besos”, “desear comerse al mundo” o “no poder tragar a alguien”. Asimismo también nos conecta con lo que admiramos y deseamos ser. Un niño puede ser fanático de Avengers y quizás se comerá de cumpleaños un pastel de fondant con la figura de Iron Man. No hay expresión más concreta como tener literalmente dentro de ti a tu película favorita.
El sueño americano
Swallow (2022) es una película escrita y dirigida por Carlo Mirabella-Davis, inspirada en la historia de su propia abuela en un matrimonio infeliz. La historia relata la aparente vida acomodada de Hunter -interesante elección de nombre, ya que la historia varias veces hace alusión a la caza para obtener lo que se desea- quién goza de una favorecida vida en una fantástica mansión junto a su millonario esposo. La autocrítica al privilegio y “sueño americano” en sus propios protagonistas será un tema al que no huirá esta historia.
Conforme la narración avanza, vemos la rutina diaria de Hunter cuando limpia, decora y cocina con obsesiva pulcritud cada esquina de la casa. Usualmente aislada pero siempre sonriente, los breves momentos en que se encuentra acompañada por su familia política -sin recibir contacto físico ni visual- es tomada por alguien que necesita supervisión en sus decisiones, incluido su corte de pelo. El uso en la fotografía de colores vibrantes expresan una aparente felicidad artificial rodeada de un ambiente estéril. El tono neón es más agresivo que alegre. “¿Tu felicidad es real o fingida?” le pregunta su suegra, quién más adelante le regala un libro de autoayuda que le recomienda: “cada día haz algo inesperado”.
La burbuja de cristal de Hunter se ve irrumpida el día que se entera que está embarazada. En un desesperado intento por seguir el consejo de su regalo, decide introducir una canica de vidrio en su boca y tragarla. Asimismo supervisa cuando logra salir de su cuerpo (esto es muy importante). Dicho acto trasgresor más adelante admite en terapia que le hace sentir mayor control de ella misma, lo que será el inicio de una serie de objetos peligrosos que serán ingeridos por la protagonista, desde una pila hasta una tachuela.
Pica
A la fecha es sabido que las causas de los trastornos de conducta alimentaria son multifactoriales, pero como ya se mencionó antes, los hábitos alimenticios sostienen una fuerte carga emocional en las relaciones afectivas. Swallow no ahonda demasiado en el diagnóstico de Hunter, únicamente menciona que se trata de Pica, enfermedad psicológica real que consiste en el consumo persistente de sustancias no comestibles. Aunque se trata de un trastorno más común en niños, se ha visto que su presencia también es frecuente en mujeres embarazadas. Algunos estudios lo atribuyen a una posible falta de hierro y otras sustancias, pero no deja de tener motivaciones psicológicas.
No es de extrañar que las reacciones por parte del entorno de la protagonista muestren señales de alarma ante el peligro de que su embarazo se vea afectado. Gradualmente la historia nos ofrece una explicación que va a la raíz de porqué una mujer, que aparentemente ya lo tiene todo, podría desear introducir algo más. Similar a la forma en que un recién nacido necesita la figura de su madre y la introyecta a través de la comida.
Barriga llena…
La oxitocina (o bien, el amor) no sólo se produce cuando el recién nacido es amamantado. Una caricia, un beso, el sexo, una amorosa frase o incluso un abrazo -como el que Hunter recibe por parte de un alcoholizado amigo de su esposo- son capaces de liberar este cotizado y placentero químico. Basta con que un bebé sea deseado o sostenido por alguien que lo materne para que pueda generar un apego seguro que le genere confianza hacia el mundo exterior.
“Barriga llena, corazón contento” dice una frase coloquial, sin embargo también podemos llenar nuestra alma con otro tipo de suministros. No sólo la comida nutre, hay quienes dicen que la música, el cine o el arte alimentan su alma. Hunter lo intenta hacer a través de su conveniente matrimonio, un jardín de flores y hasta un embarazo, pero nada le satisface.
¿Qué tan diferentes somos a Hunter? Si bien esta historia puede parecer estremecedora, no deja de ser un reflejo de la falta de dominio actual que tiene la mujer hacia su propio cuerpo. Sólo hace falta ver las exigencias en los carteles de las marchas del #8M.
Somos lo que comemos
Por otra parte, Swallow es un trago amargo, que no teme señalar el privilegio blanco del que goza la protagonista para “poder sufrir una enfermedad mental”, justo como su guardaespaldas -soldado exiliado de Siria- le reprocha sarcásticamente. Existe un paralelismo interesante entre ambos personajes: uno es un migrante y la otra una ciudadana estadounidense, él es un hombre sombrío y fortachón, mientras ella es una mujer colorida y afable; pero ambos se encuentran unidos por traumas del pasado que marcan el provenir de su vida.
Asimismo, este filme es esperanzador porque logra que nosotros como espectadores cuestionemos paradigmas respecto con qué alimentamos y le damos sabor a nuestra vida, y, además de eso, qué somos capaces de expulsar de ella.