Te nombré en el silencio: hasta encontrarlos

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No cree uno que se verá arrastrado a lo innombrable hasta que la tragedia trastoca la vida cotidiana. No nos damos cuenta hasta entonces del absurdo de creer que todos los días vamos a despertar en nuestra cama, vamos a tener el refrigerador con comida y toda nuestra familia estará completa por el resto de la eternidad y serán siempre felices. Vivimos en un país en el que mantener esa fantasía es cada vez más difícil. Vivimos en el país de los 100 mil desaparecidos, muchos de ellos yacen en fosas comunes cavadas por sicarios y otras bestias que de gente solo tienen la forma. 

Te Nombré en el Silencio, extraordinario documental de José María Espinosa, nos cuenta la historia de un grupo de mujeres valerosas que decidieron que no iban a seguir viviendo con la amargura de no saber dónde y cómo desaparecieron esa multitud de muertos. 

El inicio de las Rastreadoras

Todo comienza cuando a Mirna Medina le “levantaron” a su hijo Roberto. Después de buscarlo en cada hospital en Sinaloa, de ir a separos y morgues a reconocer cadáveres, Mirna no se quedó quieta con la pregunta sin respuesta. Creó un grupo de mujeres que hacen el trabajo que debería hacer el Estado: con el grito de guerra de “Hasta encontrarlos”, salen a buscar a los desaparecidos de la guerra contra el narco. 

El grupo se conoce como Las Rastreadoras de Sinaloa, como las bautizó el periodista Javier Valdez. Las Rastreadoras tienen su sede en la población de El Fuerte y en la ciudad de Los Mochis, Sinaloa. Desde ahí Mirna organiza a las mujeres, casi todas madres en busca de sus hijos, para buscar sin miedo y crear un espacio, sí, de empatía, pero también de juicio de realidad: lo más probable, les dice Mirna a las mujeres que se van incorporando al grupo, es que sus desaparecidos estén muertos y enterrados y que no deben dejarse engañar ni sacar dinero por supuestas voces que dicen saber dónde están sus familiares vivos.

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Buscando tesoros

En Te Nombré en el Silencio el director José María Espinosa da cuenta de ese recorrido: de la tragedia a la acción, del dolor a la gloria de encontrar sus tesoros—los “huesitos”, como dice Mirna, de sus muertos, enterrados en fosas clandestinas en el monte.

En la primera escena vemos a Mirna destrozada: es justo el momento en el que encuentra a Roberto, una parte de su cuerpo, en una fosa. Corte a: conocemos a Mirna de cerca, una mujer que a pesar de todo mantiene el buen humor, el entusiasmo, que se comporta con el arrojo de una persona con una misión. Con su equipo de plebes, como les dice con cariño a sus compañeras de cruzada, sale dos veces a la semana a buscar. 

Según narran en los testimonios del documental varias de las rastreadoras se sienten pesadas, como muertas, en su día a día, pero cuando salen a buscar se llenan de entusiasmo porque es otra oportunidad de encontrar a los suyos, o de mantener la esperanza de que quizá siguen con vida. Reciben pitazos anónimos (seguramente, de sicarios, posiblemente de policías involucrados en el crimen organizado) y van con palas e instrumentos que ellas mismas han creado para encontrar los cuerpos.  

 

Aún queda resistencia

El documental no es cobarde, no le escurre el bulto al horror. En algún momento vemos los huesos que se recuperan casi a ras de suelo en el descampado, en otro vemos restos del cuerpo de una mujer; las uñas del pie pintadas con esmalte carmín. En otro momento Mirna enseña una de sus herramientas, una especie de bastón que se introduce en la posible fosa: si sale con olor a cadáver, ahí es.

Te Nombré en el Silencio es un documental importante, tanto como Las tres muertes Marisela Escobedo, con el que conforma un dúo de testimonios necesarios sobre nuestra violencia cotidiana. En este país caminamos sobre un cementerio. Vamos solos. 

La hiperviolencia cruza el umbral de dolor de cualquier ficción. Es el terror de sentirse acechado por la muerte en nuestros hogares, trabajos, escuelas. Y estamos solos, como Mirna y sus plebes, pero eso no detiene la capacidad de recuperación, ahí donde lo que prima es la desesperanza. Las Rastreadoras son prueba presente de que todavía nos queda un décimo de resistencia.