Para su opus 38 como director, el también actor y leyenda viva, Clint Eastwood, adapta libremente la historia de Leo Sharp, un norteamericano veterano de guerra que a sus 80 años se convirtió en el más prolífico transportador de droga para el cártel de Sinaloa.
Es el propio Clint Eastwood (a sus 88 añotes) quien protagoniza y dirige esta cinta tomándose toda serie de libertades creativas. En The Mule, Earl Stone (Eastwood) es un floricultor venido a menos luego de que las compras por internet destruyeron su negocio de flores. Mal padre y peor marido, ahora pretende resarcirse atendiendo a las fiestas de su nieta Ginny (Taissa Farmiga) y es ahí donde un conocido de ella le propone un trato: trabajar para unos latinos en transportar unas sospechosas maletas, aprovechando de que el hombre presume de haber recorrido prácticamente todo norteamérica y de tener un récord limpio de multas de tránsito.
Estamos frente a un Eastwood casi irreconocible: con la rudeza de quien no teme decir la verdad y la ligereza de quien se sabe en sus últimos días,
Pero esto no es Breaking Bad, Eastwood (o Stone, pues) no se comporta como enclenque frente a esos “mocosos” latinos que le insultan en español, todo lo contrario, sin miedo les dice sus verdades, no sigue sus absurdas órdenes e incluso refunfuña sobre el uso de la tecnología (¿qué es eso de textear?). Como si nada, Stone va por la carretera cantando canciones de Dean Martin, haciendo paradas en moteles para contratar escorts, o ayudando a una pareja de afroamericanos a cambiar una llanta, no sin antes decirles “negros” haciendo lujo de una muy orgullosa incorrección política.
Estamos pues frente a un Eastwood casi irreconocible: con la rudeza de quien no teme decir la verdad, la ligereza de quien se sabe en sus últimos días y el porte de quien entregar no sólo una actuación memorable (¿dónde está la nominación para Mr. Clint?) sino una película que parece más una declaración existencialista sobre la culpa, la redención y la felicidad.
The Mule representa para Clint una serie de de reencuentros: con el guionista Nick Schenk (el mismo de Gran Torino y de la serie Narcos), con la cámara (luego de seis años de no actuar) y también con sus hijos (incluso algunos no reconocidos) que lo acompañan a cuadro (su hija Alison) y con quienes se reunió en la premiere de la cinta.
Comedia de costumbres y fábula moral. No resulta extraño el interés de Eastwood por hacer esta película: la historia de un hombre testarudo que se niega al retiro, que insiste en seguir trabajando, que acepta que tal vez dedicó más tiempo a su trabajo que a su familia, pero que al final pagará por sus pecados, aunque espera hacerlo mediante lo que más le gusta: las flores… o el cine.