Casi al inicio de The Vast of Night (USA, 2020) – la ópera prima del debutante Andrew Patterson- dos amigos platican en la vastedad de la noche: ella es Fay (Sierra McCormick), que trabaja como operadora de un conmutador y tiene 16 años, mientras que él es Everett (Jake Horowitz), joven locutor de la radio local del pueblito (ficticio) de Cayuga, Nuevo México.
Fay le cuenta, visiblemente entusiasmada, sobre los últimos artículos que ha leído en las revistas de ciencia a las que es asidua. La chica le platica a su amigo sobre como en un futuro los autos se manejarán solos y sobre la fascinante posibilidad de que, por ahí del año 2020, todos los recién nacidos tengan asignado un número telefónico, ya que la totalidad de la población poseerá unos pequeños dispositivos con una pantalla a color del tamaño de una almeja que cabe en el bolsillo y que mediante ellos podrás hablar con tus amigos más cercanos. “Aunque la mala noticia es que si le marcas a alguien y no contesta, significa que estás muerto”.
Fascinación por el futuro
Estrictamente hablando, esta plática no tiene (casi) nada que ver con la trama de la película, pero sirve como uno de los tantos trucos del cineasta (y también guionista) para generar tensión, suspenso y misterio.
La película sucede en plena década de los cincuenta. El Sputnik ha sido lanzado, las grabadoras de audio ya son portátiles, y el mundo se abre lleno de posibilidades para todo aquel que esté dispuesto a abandonar el terruño y largarse a dónde sea que estén sucediendo las cosas.
Eso quisieran Fay y Everett pero antes tienen que llegar al turno nocturno de su trabajo. En esas están cuando, de repente, Fray escucha un extraño ruido en una de las llamadas del conmutador, de inmediato le habla a su amigo Everett quien, osado, decide transmitir al aire y en vivo el sonido, invitando al público a marcar a cabina si reconocen aquel ruido.
Por supuesto que alguien llama, y por supuesto que sabemos de dónde viene el extraño sonido (la estación de radio no se llama WOTW de a gratis).
Un filme emocionante y cautivador
Presentada como si fuera un capítulo de alguna serie de ciencia ficción televisiva de la época (Twilight Zone, obviamente) y en constante homenaje a la transmisión radial de War of the Worlds de Orson Welles, Andrew Patterson filma The Vast of Night con evidente entusiasmo, imaginación y recursos.
Sin pudor, la cámara del chileno Miguel Ioann Littin Menz (con vasta experiencia en producciones latinoamericanas) no duda en saltar intempestivamente de una toma fija a un plano secuencia (aquel maravilloso paseo desde la central telefónica hasta el gimnasio donde se juega un torneo de basquetbol), a una toma a negros, o quedarse fija durante diez minutos en un personaje que nos cuenta una historia.
Y aunque algunos encontrarán en todo este despliegue de estilo un ánimo juguetón y caprichoso propio de quien filma su ópera prima, lo cierto es que Andrew Patterson sabe cautivarnos con sus efectivas decisiones de narrativa, su manejo de espacios y de luces que generan suspenso y mantienen el interés en el público.
Esto bien podría ser una obra de teatro, pero como filme, cautiva y emociona. La paranoia se apodera de nosotros y al igual que los protagonistas queremos saber más: ¿serán los rusos?, ¿serán los extraterrestres?, ¿será una conspiración del gobierno?, o más importante aún, ¿será que estamos ante el surgimiento de un nuevo y emocionante cineasta?
El futuro lo dirá.
The Vast of Night está disponible en PrimeVideo.