«Mira bien, nunca voy a ser una novia ideal, o una buena hija. No sabré tal papel jamás tomar. Ahora sé que al demostrar quien realmente soy, gran dolor podría causar.»
–Mi Reflejo, de Mulán (1998).
Todos los que crecimos con las películas de Disney sabemos que la historia “feminista” por excelencia es Mulán (Bancroft, 1998). Con un soundtrack memorable, la película cuenta la historia de la heroína china que, para salvar a su padre, se viste de hombre y se enlista en el ejército, salvando así a su país y dándole a su pueblo una gran lección sobre desafiar los roles de género.
Nunca más hubo una historia parecida, pues las demás princesas, aunque sí tenían protagonistas rebeldes a su manera, al final lo que les daba valor era encontrar un príncipe que las complementara, en el mejor de los casos.
A los 13
Por eso es que hoy, 14 años después, encuentro tanto valor en la nueva película de Disney-Pixar, Turning Red (Shi, 2022).
Mei-Lee (Rosalie Chiang), una chica de ascendencia china viviendo en Toronto, acaba de cumplir 13 años. Siente, como muchos a esa edad, que ya es una adulta y que puede hacer lo que quiere. Siempre y cuando, claro, no haga enfadar a su madre, Ming (Sandra Oh), quien tiene puestas todas sus esperanzas en la pequeña Mei-Mei.
Ella es una niña muy inteligente y aplicada que también tiene tiempo para la diversión y las boy-bands, acompañada de sus adorables amigas, Miriam (Ava Morse), Abby (Hyein Park) y Priya (Maitreyi Ramakrishnan, un deleite escuchar su voz después de que terminara la segunda temporada de Never Have I Ever en Netflix).
Pero todo se complica cuando una mañana, muy a la Gregorio Samsa, se despierta siendo en un enorme y esponjoso panda rojo, debido a una “bendición” familiar de varios años.
Red y Mulan
Esta historia recuerda mucho a Mulán en el sentido de que quiere contar la historia de una chica que debe encontrar quién es en realidad, aunque en el proceso lastime a su familia, pues ella es su propia persona y no un reflejo de sus padres.
También, porque como Mulán en su tiempo, los actores que doblan sí tienen la nacionalidad de sus personajes. Agradezco mucho que esta historia tenga tantos elementos de una generación de hoy en día, pues es cierto que Mulán se desarrolla en la China antigua y durante una guerra que sucedió hace miles de años.
Turning Red, por el contrario, se desarrolla en una vibrante Toronto en el año 2002 (gran año para la moda de los adolescentes, la verdad), con un grupo diverso de niñas y niños, enfocándose en una familia asiática-americana como tantas otras, y hablando de cosas que cualquier niño podría reconocer.
Tiene un sentido del humor bastante adorable, sin llegar a lo cursi. Hay lugar también para la tristeza, el dolor, la culpa y la duda, como debe ser en la vida. Estos son sentimientos que también los niños experimentan, y muchas veces no se les da el espacio para hacerlo.
Esta película valida los sentimientos de los niños, cuando hay tantas otras que los minimizan y ponen a los padres devoradores como los buenos del cuento.
La crítica
Turning Red tiene todo para convertirse en las favoritas de cualquiera, y por eso me sorprendió mucho ver las opiniones de varias personas.
En Rotten Tomatoes tiene una calificación de 95% en el Tomatómetro, pero la audiencia le da un 69%. Las críticas (en su mayoría de hombres mayores blancos, qué raro) apuntan que esta película tiene muy poco con lo que uno pueda identificarse, que Mei-Lee es una niña irritante como sus amigas, que es aburrido ver a una niña obsesionada con una boy-band, etc.
Todo esto me tiene verdaderamente perpleja. Para empezar, no recuerdo que nadie tuviera un problema con las historias de un pez payaso, monstruos peludos, insectos, juguetes o hasta coches. En ellas, encontraron cosas con las cuales identificarse. Pero cuando hablamos de una niña de 13 años, sus sentimientos y lo duro que es crecer, resulta que nadie lo aguanta ni lo entiende. ¿Por qué?
Porque todavía vivimos en un mundo que rechaza a las niñas, las ningunea, se burla de sus pasiones y de lo que les duele. Cuántas veces no han ridiculizado a las adolescentes por sus pasiones por el K-Pop, por la literatura que consumen, por las series que disfrutan. Las niñas son rechazadas a menos que se trate de usarlas para algo, pregúntenle a Luis de Llano o Édgar Oceransky.
Qué terrible mundo hemos construido para ellas.
Hecha por mujeres
Y bueno, no vamos a fingir que Disney-Pixar es la empresa más socialmente ética ni nada por el estilo. Pero es reconfortante tener películas como esta, que tiene una metáfora sobre la menstruación y lo que sucede en la pubertad, toca temas como el despertar sexual y la presión que a veces ejerce la familia.
Se atreve a hablar de las relaciones madre-hija (cosa que no veíamos desde Valiente, en 2012), que no siempre son idílicas como en otras películas del mismo estudio. Cosas como esta dan un lugar a las niñas, y una oportunidad a todos los demás de entenderlas, de ser empáticos, de respetar.
También me parece sumamente valioso el mensaje de cómo las mujeres desde siempre han tenido que ocultar las cosas que son, lo que les duele y les da rabia. Lo han tenido que ocultar y transformar para que la gente esté cómoda, para no ser una molestia o vergüenza para sus familias. Se lo tragan, lo hacen chiquito y lo convierten en algo bonito, como un collar o un broche.
Es evidente que esta película fue dirigida por una mujer, por alguien que sabe de lo que habla.
La representación importa
Domee Shi, quien previamente había dirigido el cortometraje Bao en 2018, se convierte en la primera mujer en dirigir una película de Pixar al ofrecernos algo que no se parece a nada que se haya hecho antes.
Para empezar, es la primera vez que aparece una toalla femenina en una película de este estudio. También, se desafía mucho esta idea de la familia perfecta que tantas veces Disney nos quiere vender. La herencia es algo que pesa, la familia puede lastimarnos, eso es lo que nos dice.
Al ser ella misma asiática-americana, la película hace esta interesante mezcla entre las dos culturas. Esto es evidente sobre todo en la escena del concierto, donde las tías de Mei cantan una melodía china tradicional, y las amigas por su parte cantan una canción de la boy-band del momento. Juntas, alcanzan el poder necesario para salvar a alguien.
La representación es algo sumamente importante, ya que miles de niñas se sienten identificadas. Y quienes no, porque no todo gira alrededor de nosotros, (por más que lo piensen ciertos críticos rancios), aprendemos de otras culturas y salimos de nuestra burbuja.
La importancia de la amistad
Finalmente, creo que un gran acierto de Turning Red es mostrar cuánto importan las amigas a esa edad, cómo pueden darnos fuerza y muchas veces, nos comprenden más que nuestra propia familia.
No sé por qué es tan difícil hablar de amistad entre mujeres sin meter algún tipo de triángulo amoroso innecesario o temas muy pocos sororos, pero esta película no cae en eso. Es muy conmovedor ver a las amigas de Mei compartir con ella esa complicada etapa llamada pubertad, y también verlas comportarse como niñas de 13 años, a diferencia de las versiones plásticas y crecidas de los niños que nos quieren mostrar a veces los programas de televisión.
El padre ninguneado
Lo único que creo que pudo haberse abordado mejor es el personaje del papá de Mei, Jin (Orion Lee). Me parece que ya estamos más allá de tomar a un papá distraído y ninguneado como algo chistoso.
Si los papeles se hubieran invertido, ver a una mamá que solo hace la cena y cuyo esposo prefiere ir a la clase de Matemáticas de la hija que quedarse con ella, ya habría miles de personas cancelando la película. Darle valor a los personajes femeninos no significa hacer a los masculinos perdedores y ninguneados.
Es cierto que al final el papá le recuerda a Mei la importancia de la amistad, con esa dulzura tan característica de los padres. Y es muy valioso tener a un papá que cocina (esa animación de la comida es hermosa), pero creo que pudo haber sido un personaje muy lindo sin ponerlo nada más como el remate de los chistes.
Honrarse a uno mismo
En general, creo que Turning Red se suma a las películas de Disney que desafían a las familias (como Luca o incluso Encanto), pero lo hace de una manera muy original y conmovedora.
Creo que será muy útil para varios padres cuando sea momento de hablar de los cambios durante la pubertad, tanto físicos como emocionales. Y también les da la oportunidad a las niñas y niños de entender lo que les pasa.
La pubertad es algo que todos vivimos, pero qué mejor que tener estas películas que respetan la infancia, la adolescencia y el camino entre las dos, en vez de satanizarla o hacer ver los cambios como algo sucio y vergonzoso.
Como Mulán hace 14 años, retoma esta idea de verse al espejo y encontrar que quien nos devuelve la mirada es una persona que reconocemos, que anhelamos ser.
Es importante honrar a los padres, claro, pero, como bien dice Mei Lee, hay que honrarse a uno mismo primero, lección importantísima de la pubertad y de cualquier punto de la vida.