Estrenada en la plataforma de Cinépolis Klic así como en algunas salas del interior del país, llega Vivarium. El filme, protagonizado por Jesse Eisenberg e Imogen Poots, presenta una mirada crítica a los parámetros con los que el mundo occidental ha arropado el concepto de «vida ideal«. La trayectoria en la que un hombre y una mujer se conocen, se hacen de una casa y la pueblan con hijos que lucen perfectos es presentada como una trampa por el director Lorcan Finnegan.
De la felicidad a la pesadilla
Películas con un tratamiento de la realidad enclavado en metáforas visuales y narrativas tienden a polarizar la opinión de su audiencia. Ese es el caso de Vivarium, la más reciente entrega del director irlandés Lorcan Finnegan. La historia de la pareja conformada por Tom (Jesse Eisenberg) y Gemma (Imogen Poots) y su búsqueda de un nuevo hogar promete no dejar a nadie indiferente.
Tom y Gemma están listos para dar un nuevo paso en su relación y en sus proyectos de vida: comprar una casa para, posteriormente, formar una familia más grande. Esta decisión se ve apresurada por las circunstancias pues hay un entendido de que dejar pasar más tiempo significa que los precios de las casas se irán por las nubes.
La pareja decide visitar un complejo inmobiliario en los suburbios llamado Yonder. En éste las casas cuentan con una apariencia idéntica, pintadas todas de un verde sin vida alguna. La pesadilla para Tom y Gemma llega cuando se ven atrapados en el desarrollo en una especie de bucle que los dirige una y otra vez a la casa marcada con el número 9.
Una crítica a la concepción de la familia
Las alegorías en este filme aparecen muy temprano en la película y mantienen su presencia a lo largo de la misma. El propio título, Vivarium o vivero, remite a un lugar en el que se propicia la vida de manera artificial. Yonder es pues, en primera instancia, una representación de lo forzado que en ocasiones resulta el sentido de comunidad en los suburbios que terminan por convertirse en ciudades dormitorio. Se vive en la ciudad, se duerme en los suburbios.
Sin embargo esto no es sino el primer saque de Finnegan para dirigirse enseguida al tema que desea abordar: la crítica a la concepción de la familia tradicional. Tanto Finnegan como su guionista, Garret Shanley, abrazan el tema sin reservas. A través de distintas imágenes y momentos fracturan el idilio de la familia heterosexual con hijos como modelo de vida.
De hecho, existe en Vivarium un señalamiento sobre cómo las parejas permiten que sus vidas se vean consumidas por los hijos. Por un lado orillados por las demandas propias de atender a un ser en desarrollo e incapaz de valerse por sí mismo. Por otro, se asoman reflexiones sobre cómo, con el tiempo, algunas parejas corren el riesgo de desconocerse entre sí porque la mirada se puso exclusivamente en los hijos.
No hay manera sencilla de entrar a Vivarium
Lo interesante de Vivarium es la manera en que Finnegan pone a discusión los parámetros establecidos para el concepto de familia a través de construcciones visuales a significar. Éstas se ven reforzadas por el diseño diseño de producción y la fotografía, elementos que contribuyen a que el espectador comparta el estado de ánimo de los protagonistas: frustración, angustia y desesperanza.
Con independencia del veredicto de cada espectador sobre este filme, tanto quienes gusten de éste como quienes no, coincidirán en que no hay manera sencilla de entrar a Vivarium. Sin embargo las actuaciones de los protagonistas, principalmente la de Imogen Poots, ayudan a transitar por la película. Poots logra construir y transmitir un amplio abanico de emociones que atrapan a la audiencia.
Vivarium es pues una propuesta con los elementos para generar discusión y polarizar las opiniones de la audiencia sobre sí misma. Es probable que quienes decidan darle una oportunidad se vean, al igual que sus protagonistas, con la necesidad de abandonar la historia. ¿Es este un impulso intencional del director o un error en la construcción del filme? Cada quién dirá.
