¿Qué ves? Le pregunté a mi madre. Una película, se llama La mosca. Contestó. Era la primera vez, a mis cinco años, que yo oía la palabra película. Para mí en la televisión había caricaturas, telenovelas, fútbol, Chabelo y una cosa llamada Partidos Políticos que interrumpía la programación a eso de las seis de la tarde; era 1994 a fin de cuentas. Pero, ¿qué era una película?
Para satisfacer mi curiosidad subí a la cama y me acomodé. Cuando fijé mi atención en la pantalla ahí estaba la imagen que me atormentó durante mucho tiempo: una mujer en un suéter azúl consternada mirando un ser que no podía ser otra cosa que un monstruo. Frente a mis ojos y a los de aquella mujer la criatura, que ya era horrible, se comenzó a desfigurar y a descomponer para dar luz a una aún más aterradora: la maldita mosca.
A mi madre le pareció suficiente para tranquilizarme decir que nada de eso era real. Cerré los ojos y me cubrí por completo con una cobija. Ninguna de las dos cosas funcionaron. Ese monstruo se iba a quedar conmigo mucho más tiempo del que me habría gustado. Para ser preciso, hasta la semana pasada.
Body Horror, ¿No, gracias?
Cada año en el mundo se estrenan más películas de las que quien sea puede ver. Cada año la crítica, los festivales, las ceremonias de premiación y la taquilla nos avisan que hay un puñado de ellas que convendría no perdernos. En 2021 en esa lista se encuentra Titane de la directora francesa Julia Ducournau.
Tanto su triunfo en el Festival de Cannes como la buena recepción que ha tenido entre la crítica se convirtieron en una invitación personal para ver Titane. Solamente había un problema conmigo: todas las críticas y reseñas señalaban su vínculo con el cine de David Cronenberg, ese hombre que años después me enteré que fue el responsable de atormentarme con La mosca.
Durante mucho tiempo evité el cine de terror. No tenía intención de enfrentarme voluntariamente a lo que involuntariamente me expuse en mi niñez. Con el paso de los años me abrí a las posibilidades del género al punto de que algunas de mis películas favoritas son de terror. Sin embargo, mantengo una barrera con el body horror de la cual responsabilizo a La mosca y a su célebre escena de la transformación final.
Aún así me armé de valor para ver Titane, obligado también por la responsabilidad que los colaboradores de Filmsteria! tenemos en el armado de la lista de lo mejor del año. Si algo me tomo en serio son los rankings. Si una vez casi pierdo mi placa por confesar que no he visto Volver al futuro, no la iba a arriesgar por una añeja reticencia al body horror.
Ecos de Cronenberg
Titane es una película fascinante. La historia de Alexia (Agathe Rousselle), una joven bailarina exótica que en su niñez sufrió un severo accidente en un coche, es visualmente intrigante y abre la puerta a varias conversaciones. Identidad, familia, duelo y culpa están presentes en una película atrevida y que muchos podrían considerar incómoda o tachar de absurda.
No puedo decir que transité con ligereza por Titane, pero tampoco se puede negar que ese es el lugar en el que nos quiere Julia Ducournau. La cinta nos confronta en muchos sentidos y uno de ellos es a través de la transformación del cuerpo de su protagonista. Ahí los ecos de Cronenberg.
La estética y el tono que Ducournau imprimió en Titane me impidió cerrar los ojos en escenas que, por mis antecedentes con la laceración del cuerpo, estaba condenado a hacerlo. Y si bien la película no descansa en ello, sino que es mucho más compleja, en mi caso se convirtió en la necesidad de abrirle la puerta al cine de Cronenberg. El cine tiene una fuerza tal que, en algún momento, nos orilla a enfrentar nuestros prejuicios o nuestros miedos. Era momento de volver a La mosca.
Regresar a La Mosca
Una cosa es no haber visto películas de David Cronenberg y otra que hayan pasado desapercibidas sus referencias. Sobre Cronenberg había leído y escuchado conversaciones, pero eso es tanto como documentarse sobre buceo y nunca mojar un pie cerca de un arrecife. Hace poco más de un año decidí empezar con su cine. Compré Scanners en edición Criterion porque la encontré en un precio razonable. A la fecha no le he quitado ni el celofán, como si de una protección contra el mal se tratara.
Después de ver Titane me decidí por ir a Cronenberg con la película cuya escena memorable me había quitado el sueño tantas veces a los cinco años…y un poco después. Entonces conseguí La mosca. Un día por la tarde -porque es mejor enfrentar los miedos acompañado con la luz del sol que a media noche- me puse frente a la pantalla, presioné play y que fuera lo que tuviera que ser.
Ahí estaban Jeff Goldblum y Geena Davis. Y conforme transcurría la película me daba cuenta que ya la conocía, no porque la hubiera visto. De hecho nunca vi más allá de la escena de transformación, pero uno no puede escapar de cierta información sobre algunas películas cuando tiene gusto por el cine.
Jeff interpreta a un joven científico que ha desarrollado una tecnología que hace posible la teletransportación. El problema comienza cuando en una prueba él entra en el telepod sin darse cuenta que una mosca lo acompaña. Su ADN se mezcla con el de la mosca y comienza la trágica y kafkiana transformación.
Hacer de Tripas Corazón
Las personas de mi generación hablan de Eso, o específicamente del payaso Pennywise, como la personificación del miedo en su infancia. Como a los seis años me mudé a un rincón de la sierra michoacana en el que no teníamos energía eléctrica, me perdí de los gustos y los horrores de mi generación (eso explica por qué no vi, como todos, Volver al futuro en Canal 5). Con La mosca me sucedió lo mismo que a ellos con Eso, uno recuerda las cosas magnificadas.
Si ver La mosca como adulto no me provocó el horror que de niño me hizo querer encontrar refugio debajo de una cobija, la deformación corporal me sigue pareciendo una imagen fuerte en cualquier lugar que la encuentre, sea en Ducournau o en Cronenberg. Supongo que para explorar el género, en mi caso, tendré que hacer de tripas corazón, frase que, si lo pienso, no está lejos de la idea de body horror. Al tiempo.