¡Que vivan las películas familiares que no te dejan con un vacío existencial! Fue lo primero que pensé al salir de ver Wonka, la más reciente película de Paul King, protagonizada por Timothée Chalamet.
Y no es que no disfrute películas con un zarandeo de emociones y que me hagan repensar toda mi vida (algo que a Pixar le gusta mucho hacer) pero de vez en cuando sí se antoja disfrutar de una película donde su mensaje es importante, pero lejos de lo existencial. Es así como Wonka cautivó mi corazón.
Inspirada por el clásico literario infantil de Roald Dahl,“Charlie y la Fábrica de Chocolate”, Paul King vuelve a traer a las salas de cine una adaptación de este cuento, muy alejada de lo que en su momento hicieron Gene Wilder (1971) y Tim Burton (2005).
En Wonka, Paul King nos cuenta el origen de Willy, un chico con un sueño muy claro: ser el mejor chocolatero del mundo. Para ello, viaja a Gallery Gourmet (un lugar que en veces parece Francia y en otros Londres), para ofrecer sus estrafalarios chocolates que sin duda son los más deliciosos y vistosos jamás antes vistos.
Desafortunadamente, en este lugar ficticio existen tres chocolateros que intentan hacerle la vida imposible a Willy, bloqueando su éxito. Es chistoso que hasta de oligopolios habla esta película, nombrando al trío de chocolateros el “Chocolate Cartel”.
Por si no fuera poco, la posada donde Wonka se instala para tener un techo dónde dormir, termina siendo otro problema que Willy debe resolver. Olivia Colman da vida a la dueña de este “hotel”, con un personaje muy inspirado en villanos como “Troncha toro, de Matilda”. Un deleite.
Lo ames o lo odies, Timothée Chalamet es un verdadero estuche de monerías, y en Wonka podemos apreciar que también le hace a la cantada y la bailada, donde a pesar de que no es un tenor ni bailarín de salsa, hace un trabajo muy decente en los números musicales que tiene la película, los cuales por cierto son bastante buenos.
Pero Chalamet es apenas la superficie, Wonka cuenta con grandes actores como Sally Hawkins (interpretando a la mamá de Willy), Hugh Grant como el Oompa Loompa, y el mismísimo Rowan Atkinson –mejor conocido como Mr. Bean- que personifica a un sacerdote con dudosa devoción.
Sin duda alguna, King mantiene su lugar como referente para el cine familiar, que con las dos entregas de Paddington ya se había ganado, pero ahora, con Wonka, termina de afianzarlo. La mirada inocente que tienen sus películas y los mensajes de comunidad, tolerancia y diversión no se ven todos los días. Sus películas para nada son simplonas, y tampoco son especificamente dirigidos para el disfrute de los infantes, todo lo contrario. Hablan de sentimientos universales que apelan a todos los públicos.
Además, el diseño de producción es bellísimo, en especial la comida. Los chocolates que se muestran parecen obras de arte, y claro que antojarán a muchos (incluyéndome). Me recuerda mucho a las primeras películas de Harry Potter, donde es un deleite ver cada rincón de la pantalla. Esto no es casualidad, ya que David Heyman, quien produjo las películas del niño que vivió, también es productor de Wonka.
Paul King acierta de nuevo, dándonos un filme que pinta para ser un clásico en el cine familiar. Es una película divertida, con excelentes actores, grandes números musicales y una magia que pocas películas tienes.
Si no te gusta, de plano hay que ir a checarse.