El segundo largometraje del director y guionista Fernando Frías –Ya no estoy aquí (2019)– resulta irremediablemente heredero de aquella obra mayor sobre la subcultura de la “Kolombia” regiomontana: Cumbia Callera (Villareal, 2007), cinta también llena de música y canciones (algunas de ellas del recién fallecido Celso Piña)- sobre un trío amoroso entre una guapa adolescente aficionada a la cumbia y sus dos pretendientes.
Ambas películas comparten como trasfondo la subcultura de la Kumbia Kolmbiana y ambas -en cierta forma- son un coming-of-age, pero en el filme de Fernando Frías es clara la intención de denuncia social sobre cómo el narco está afectando a la juventud marginada de Monterrey.
Huir del narco
Ulises (un solvente Juan Daniel Garcia Treviño) es un adolescente de 17 años que con su pandilla, Los Terkos, pasa el día escuchando “cumbia rebajada” mientras deambulan por los terrenos baldíos y las construcciones abandonadas del barrio.
Su droga, su vida, su oxígeno, es la música. Tal vez por ello, cuando los inevitables dealers locales los invitan a consumir o vender droga, los Terkos rechazan el ofrecimiento con toda la elegancia que les da el lingo del barrio. ¿Quién necesita drogas cuando se tiene kumbia?
Todo parece ir bien pero, luego de un conflicto con cierto narco local, Ulises tiene que huir de mojado a los Estados Unidos. Sin hablar nada de inglés, el chico llega a Nueva York, donde encuentra trabajo rápidamente y aunque todo parece estar bien, lo cierto es que por dentro Ulises parece morir de nostalgia: por sus amigos y por su música.
Música y nostalgia
Actuada por chicos que pertenecen a esta cada vez más escasa subcultura, Ya no estoy aquí es claramente una de las mejores películas que se han presentado en el FICM de Morelia. Armada con narración fragmentada y constantes flashbacks, somos testigos del gran esfuerzo de Ulises por comunicarse en Nueva York, buscar casa y trabajo. De no ser por un viejo reproductor de MP3 donde tiene todas sus cumbias, y de la ayuda de cierta chica de origen asiático que le echa el ojo y lo ayuda, el joven no podría sobrevivir.
El retrato de la comunidad y la historia de amor y desamor entre Ulises y Lin (Xueming Angelina Chen) mantienen el interés de una cinta que si bien tiene la firme intención de la denuncia (recalcan una y otra vez que esto está pasando en el sexenio de Calderón, como con un ánimo de culparlo por la sangre, las pérdidas y las familias separadas) no cae nunca en el panfleto.
Con un soundtrack atractivo, buenas actuaciones, y un tono melancólico que poco a poco nos va contagiando, Ya no estoy aquí es un retrato conmovedor sobre una subcultura que se va extinguiendo a causa del acoso constante del narco.